Por Catherine Nieto Morantes
Periodista EL NUEVO SIGLO
CRÓNICA.Una invaluable casa de dos pisos construida en 1602, confina los típicos olores de la época colonial cachaca. Por fuera, balcones y puertas en color verde que le dan a aquella vivienda la representación de hace 412 años. Por dentro, una pequeña vitrina que recopila toda la gastronomía ancestral de la ciudad, da la bienvenida no sólo a una de las mejores degustaciones capitalinas, sino al restaurante más antiguo del país.
“Bienvenida a este lugar conocido hoy con el nombre de La Puerta Falsa”, es el saludo que recibo de don Carlos Sabogal, un amable hombre que pertenece a la 6ª generación de un matriarcado que comenzó en 1816 y que además es el primer hombre de la generación en tomar las riendas de este tradicional lugar.
“Data del año de 1816, nacimos sin nombre porque en los pueblos de esa época de Bogotá, los lugares de expendio o servicio a la comunidad no tienen nombre comercial sino el nombre de su dueño. Dio la coincidencia de que este sitio quedaba frente a la puerta falsa de la catedral. Llámese puerta falsa aquellas puertas laterales de cualquier iglesia que dan paso al público, arquitectónicamente es conocida con este nombre”, explica don Carlos, quien atiende desde aquella vitrina muy llamativa por el surtido de tamales, postres y otras comidas preparadas”.
La Puerta Falsa inicialmente no tenía nombre, pero la gente de la época tomaba como referencia aquella cafetería, por lo que quedaban en encontrarse frente a la puerta falsa de la catedral. Años después por razones inexplicables, ese mueble fue demolido, se construyó uno nuevo que se percibe a la salida del sitio, pero en su distribución arquitectónica la puerta fue desplazada y quedó en un lugar diferente, ya no quedó frente al negocio que este año completa 200 años. Circunstancia por la cual el público perdió la referencia y ya no podían encontrarse frente a….
“No sabemos si fueron las abuelas o el público quienes le pusieron el nombre de la Puerta Falsa al sitio. Ya entonces no era decir encontrémonos frente a, sino encontrémonos en la, esa es la razón del nombre”, cuenta el señor Sabogal.
La Puerta Falsa comenzó vendiendo productos de la dulcería, de algunos del horneo porque como en todo pueblo nadie sale a comer fuera de su casa.
A través del tiempo, a medida que fue creciendo la ciudad se fueron ajustando algunos productos hasta llegar al año 1920, cuentan las abuelas que se incorporaron algunas cosas como fueron los tamales, como fue el chocolate y desde esa época se ha mantenido la misma línea sin aumentar más cosas sino conservándose ese ciclo. El lugar es conocido y llama la atención porque en primer lugar está en una casa del año de 1602, que vale decir tiene 412 años y sus antiguas vigas llaman la atención.
“El negocio lleva funcionando para este año 200 años en la misma familia. Esto se inició como un matriarcado, la idea fue de una mujer, la organización del sitio también fue de una mujer y el inicio de las actividades fue de una mujer. Esta es otra de las cosas interesantes y maravillosas del lugar”, resalta don Carlos.
“Mi mamá que estuvo acá 67 años decide hace 9 que ingresara yo en la condición de hombre, participando con una hermana del derecho y el manejo de este lugar, por eso el matriarcado estuvo hasta hace 9 años”, enfatiza el 6º de la generación.
Sobre los visitantes de La Puerta Falsa, un sitio ambientado en madera, muy pequeño pero acogedor, don Carlos afirma que: “Desde el inicio hasta el día de hoy este sector ha sido de una población estudiantil numerosa, entonces significa que es o niñez o Juventud ellos llegan, pasan por esta calle y ven algo que es como un imán y es la vitrina con la dulcería en sus diferentes formas, con una policromía de colores increíble que llama la atención y no deja que las papilas brinquen y entren y consuman y les agrade de niños. Esto significa que a través del tiempo ellos se van creciendo pero el lugar sigue presente, entonces ya viene con su novia, su esposa, sus hijos, pero esto también significa que va culminando la actividad de cultura que cada cual llega de su profesión o en su capacitación al punto de meta y aunque sean músicos que pertenezcan a conservatorios, filarmónica o sinfónica, no importa que tengan su instrumento como el chelo entonces entran porque traen una recordación y vienen a vivirlo a un lugar cierto y real. Entonces este es el baúl de los recuerdos”, considera.
“Así sea un senador, un representante, un alcalde, un presidente (no todos), pero hay representación de esas dignidades y de esas personas habilitadas para las artes o las ciencias o el deporte. Entonces se sorprenden algunos, casi muchos cuando entran y ven una de estas personalidades acá y les llama la atención, entonces coge más fortaleza ese cariño por el sitio y ese deseo de presencia en el lugar”.
Los productos que se consumen allí son de la tradición, elaborados por familiares directos de las abuelas en diferentes casas, por ejemplo lo de la dulcería lo elaboran en sitios por su complejidad, sin embargo lo más complicado de hacer por lo exigente de varias actividades son los tamales, lo que significa desde la plantación, el engorde y crío de los pollos y ya los productos en sí que son el complemento de la elaboración del tamal.
El masato que allí se sirve es de trigo, mas no de arroz. “Conservamos la tradición, en la época que se inicia la preparación de esto que no había con la fuerza de hoy embotelladoras entonces cultivaba el trigo en la sabana de Bogotá, allá habían grandes extensiones de trigo, que hoy en día ya no existen. Nuestro masato es de trigo”, rescata el hombre de voz dulce.
En el mostrador reposa un reconocimiento como el mejor en patrimonio de gastronomía cachaca, del cual don Carlos explica que “fue un primer lugar que se logró se convocó que quienes quisieran participar en un evento que organizaba la alcaldía y otras entidades con un jurado muy rígido, nos presentamos con el tamal y el chocolate y nos llegó a complacer mucho que hubiésemos obtenido el primer premio contra la sobre-barriga, el puchero, el ajiaco”, destaca entre risas.
La Puerta Falsa se ubica en la calle 11 con carrera 6ª, frente a la Catedral Primada, por ende a través de sus 200 años ha sido testigo de acontecimientos como El Bogotazo, la Toma del Palacio de Justicia y muchos otros acontecimientos históricos par Bogotá y el resto del país.
“No cerramos en momentos de manifestaciones que siempre conllevan riesgo, nosotros no cerramos sino hasta en un último momento cuando ya vienen los estallidos de papas o el uso de gases lacrimógenos, pero sin cerrar e irnos. Dejamos pasar el escándalo, abrimos y continuamos dando servicio. El 9 de abril de 1948 cuentan nuestros padres, lo único que se sufrió fue un golpe de machete en una de las puertas, es lo único que se ha recibido de ataque de la comunidad”, cuenta don Carlos.
El apellido que lleva don Carlos rige desde hace unos 78 años. “Antes era el rubio que era el de mamá que cambió cuando se casó y por eso los apellidos cambian. La fundadora que fue la mamá de la tatarabuela, son 6 generaciones las que han pasado, con mi hijo va la 7ª y mis nietos la 8ª, aquí siempre encontrarán a alguien de la familia porque ese es el compromiso que se tiene con la sangre y los clientes”, finaliza.