Mauricio Ortega, rumbo a los Juegos Olímpicos de París 2024 | El Nuevo Siglo
EL LANZADOR Mauricio Ortega le dio a Colombia un nuevo diploma en Tokio y empezó a pensar en lo que serán las justas de 2024 en París.
Foto COC
Domingo, 1 de Agosto de 2021
Alejandro Munévar

Enviado especial EL NUEVO SIGLO

El camino a Tokio de Mauricio Ortega estuvo marcado por los sacrificios, el esfuerzo, las lágrimas, las alegrías, la fe ciega en que iba a pasar, en que iba a estar en las olimpiadas, aunque el mundo y la pandemia dijeran por momentos que no podría ser así.

Explicar la fe no es trabajo de un periodista, menos de un deportista, pero para tratar de entenderla hay que ver y conocer a Mauricio Ortega. Su creencia, su forma de pensar, hacen que alguien incrédulo empiece a tener más confianza en que Dios, o el ser supremo que considere, puede obrar en las personas.

En cualquier situación se puede encontrar una razón de las cosas desde el punto de vista Divino o desde el punto de vista físico y de procesos, acá hoy vamos a contar las dos. Y es que para Mauricio, protagonista de esta entrega, lo que pasó en Tokio fue una mezcla perfecta de ambas.

Para contextualizar un poco, hay que hablar del proceso de Mauricio previo a las olimpiadas de este año.

En 2014 conocí a Mauricio en Bogotá, era entonces el joven más promisorio del atletismo, tanto en bala, como en disco. En aquella época, la mirada estaba puesta en Río 2016, pero durante esa entrevista me dijo: para Río no estoy, estoy para Tokio.

Tuvo que pasar 7 años de lesiones, alegrías y decepciones pero estuvo en Tokio. Sobrevivió a una pandemia lejos de su familia y al dolor de que su abuela se fue del mundo terrenal y él no pudo estar allí para despedirla. Sin embargo, todo es parte del proceso, de ese proceso que él ha sabido llevar a su manera, con fe, con resiliencia, con resistencia.

Encontró en la espiritualidad la fortaleza y la esperanza que necesitaba en un momento complicado de su carrera. Es que si se ponen a pensarlo, debe ser muy difícil para un deportista que lo miden constantemente por los resultados, que las marcas no se den, que los número no mejoren y que en vez de lanzar cada vez más lejos los lanzamientos pareciera que son más cercanos.



En 2019 Mauricio estaba en Europa entrenando, preparándose para los clasificatorios a Tokio 2020, esperando lograr la marca, pero las cosas no se le daban. Como dicen popularmente no daba pie con bola, sin embargo, llegó un día en donde hubo un cambio, empezó a creer más en él, encontró en Dios un refugio, según sus palabras y empezó a disfrutar.

Tal fue el disfrute que no solo logró las marcas clasificatorias, sino que también obtuvo algunas de sus mejores cifras en términos de lanzamientos.

Pero como no todo en la vida es perfecto, los buenos momentos llegan a su fin, ese envión anímico de Mauricio llegó a su conclusión en plenas olimpiadas.

Lo cierto es que nunca fue favorito, pero los números lo precedían y podía convertirse en una sorpresa, una de esas en donde todos disfrutamos. 

Inició de buena manera pues alcanzó a meterse en la final del lanzamiento de disco.

Pero los lanzamientos no daban lo que él esperaba. Viéndolo en la pista, con su elemento, me vino a la mente una frase que me dijo antes de viajar a Tokio: "Voy a disfrutar, lo más importante es eso", entonces entendí su tranquilidad aún cuando los lanzamientos no estaban siendo lo que quería, aún cuando el disco no alcanzaba las mejores distancias y cuando en vez de posicionarse en los primeros lugares se iba ubicando cada vez más lejos.

En esa misma charla que tuvimos antes del viaje, atinó a decirme: "hermano, va a pasar, sea lo que sea va a pasar y lo vamos a aceptar".

Hoy lo entendí cuando lo vi en la zona mixta, lo que iba a pasar era que él iba a estar acá, en Tokio, que iba a competir y se iba a meter en la élite del deporte. Pasó, lo disfrutó, no ganó, pero lo que dejó claro fue que el camino no termina en Tokio, al contrario apenas comienza, porque París está a la vuelta de la esquina. Mientras se despedía tranquilo y se limpiaba unas gotas de sudor me volvía a decir: “Hermano va a pasar”.

Una vez más me quedo sin entender muy bien qué va a pasar, pero así son las promesas de Mauricio, ya cumplió con la de Tokio; mejor dicho nos vemos en París.