El fútbol es especial, nos permite cada 90 minutos experimentar profundas tristezas y alegrías desbordantes, nos da esperanzas y al mismo tiempo desilusiones, convierte a villanos en héroes y a perdedores en ganadores, todo en un lapso de 90 minutos, que se repite cada siete días.
Independiente Santa Fe venía en una racha negativa de 10 meses sin saber lo que era una victoria, andaba por la vía como un muerto viviente sin entender que sucedía, los goles no llegaban y por consiguiente no habían victorias en el panorama, miraba desde el fondo de la tabla como todos su rivales se burlaban de su suerte, mientras que con miedo sentía como el descenso era inminente.
Los hinchas de este equipo fieles, sufridos y curtidos veían la remota posibilidad de la salvación, otros un poco más pesimistas aceptaban el trágico desenlace y se iban acoplando a la idea de que todo estaba perdido. Claro, la mayoría se pegaban a la fe y la esperanza, pero el equipo sencillamente no daba luces de cambio.
Llegó un técnico nuevo, acomodó distinto al equipo… dejaron de perder. Ganan un partido insignificante en lo numérico pero en lo anímico tan importante como un campeonato, porque cuando se viene de 10 meses sin probar victoria, cualquier ganancia, por insignificante que sea, es importante para subir la moral. Los hinchas fieles al león, curtidos y acostumbrados a vivir en una tragicomedia en donde si no se sufre no vale, ven desde el fondo de la tabla una luz, una esperanza.
Pero esa esperanza no fue más que un bálsamo de tranquilidad efímero, como mencioné anteriormente cada 90 minutos el fútbol nos permite experimentar sensaciones y emociones distintas, una vez más volvían al letargo en donde los goles no llegaban y las victorias eran algo desconocido.
Como si de una pesadilla se tratara los otrora héroes que vestían de rojo y blanco, ahora eran vistos como villanos, los campeones, ganadores se habían convertido en perdedores, para los ojos del pesimista consumado no había forma de revertir esta situación, era quizá más fácil sentarse a ver como el descenso llegaba como una ola gigante y destruía todo, pero no para el santafereño, porque ser de Santa Fe, dicen, es algo especial, no en vano son personas que lograron sobrevivir y seguir alentando tras 37 años de sequía, toda una vida aguantando burlas y desprecios, viendo como los rivales se hacían grandes, entonces los hinchas de este equipo que se hacen llamar “La fuerza de un pueblo” como reza en una bandera, hicieron honor a su nombre, empacaron bombos, platillos, camisetas, bengalas y se fueron al hotel del equipo, a dejarles claro a los jugadores, a las directivas, que del mal momento iban a salir juntos, si se perdía no era porque ellos, los encargados de alentar, hubieran dejado de hacerlo.
Los jugadores se sintieron entonces más comprometidos con el escudo cardenal, la camiseta dejó de pesar toneladas y en vez de hacerlos ver pequeños en la inmensidad del escudo rojo, los volvió grandes a ellos, se dieron cuenta que no podían ser ellos quienes mancharan la historia del equipo con un descenso.
Hubo un cambio de mentalidad, atrás quedó la inseguridad, para ganar, que era lo que querían, debían dejar atrás los miedos, los que ahora eran vistos como villanos querían, necesitaban volver a ser héroes, ya habían tocado fondo, estaban atravesando el último círculo del infierno, rozando con las manos la derrota inminente y el trágico descenso, pero al ver el apoyo de su gente, al sentir la fuerza de un pueblo empujando, empezó la recuperación, de a poco y con trabajo regresó la alegría, costaba, dolía pero fue un precio que estuvieron dispuestos a pagar, con tal de que el buen fútbol o al menos las victorias volvieran.
Tras seis derrotas en Liga y afrontando la crisis deportiva y dirigencial más complicada en los últimos 10 años, el Santa Fe regreso a la senda victoriosa, de atrás hacia adelante, lento pero seguro empezó a cimentar lo que hasta el momento pareciera una remontada épica, adornada y acompañada por una hinchada que no dejó de creer, primero fue contra el Medellín en El Campín, 2-0 ganó ‘El Expreso’, llegaba el clásico y con él la incertidumbre de pensar que la victoria de la fecha anterior no hubiera sido sino una coincidencia, una burla del destino que quería volver a ilusionar a los hinchas para luego hacerlos estrellar contra una pared azul, pero no fue así, jugando con más ganas, corazón y fuerza, la fuerza de un pueblo, Santa Fe se impuso 1-0 ante Millonarios.
El último lugar de la tabla de posiciones dejó de ser el hogar del Santa Fe y de a poco empezó a subir, el partido frente Once Caldas del fin de semana suponía otra batalla complicada, finalmente y gracias a Maicol Balanta, que volvió a marcar como lo hizo frente a Millonarios, Santa Fe se llevó la victoria tan anhelada y necesaria.
Como si fuera un cuento de héroes, el rojo bogotano cabalga por la tabla de posiciones con 11 puntos, a cuatro del octavo, y lo que parecía una pesadilla, una horrible noche, un semestre para el olvido vuelve a llenar de alegría e ilusión a los hinchas, que piensan y sueñan con una remontada histórica, con pelear el campeonato, pero la realidad al menos por ahora, es que de momento lo más importante es alejarse del descenso, de a poco volverá el buen fútbol, la mística y con ellos las victorias.