A finales del siglo pasado el terreno ganadero ocupaba 500.000 hectáreas en el mundo, ahora se establece en unas 240.000
Por Álvaro Sánchez *
Especial para EL NUEVO SIGLO
En los últimos días se ha venido discutiendo una propuesta del alcalde Petro en el sentido de someter a consulta popular en la capital, la continuidad o no de las corridas de toros; para ello se aduce un sinnúmero de argumentos entre los cuales se menciona el tema del impacto sobre el ambiente.
En estas líneas pretendo hacer un análisis sobre la validez de dicho argumento sin mencionar otros que pudieran ser igualmente controvertibles o con los que pudiera estar o no de acuerdo, pero aclarando eso sí que no hablo desde el punto de vista de un aficionado a los toros sino desde el punto de vista de un experto en temas ambientales.
Comencemos por establecer claramente que las razas de toros de lidia son criadas única y exclusivamente para su presentación en la llamada “fiesta brava” y que su utilidad como animales fuente de carne, leche e incluso cuero es bastante pobre; lo anterior hace que la única razón para que esta especie exista protegida por el hombre es la existencia misma de las corridas de toros. Podríamos además establecer que por la herencia española de nuestra tierra, las fiestas de toros están inmersas en una gran parte de la cultura, muestra de ello es que en más de 525 municipios del país se hace algún tipo de festejo taurino por lo menos una vez al año.
Para el análisis propuesto debemos partir afirmando que el toro de lidia es en sí mismo un defensor del medioambiente y consecuentemente posee un valor ecológico de primer orden y ha sido un guardián fundamental de ecosistemas muy débiles de por sí, en América y en España, a continuación explico dicha afirmación.
A manera de ejemplo, las ganaderías de reses bravas ocupan el 17% de los más de tres millones de hectáreas de dehesa que existen en España y cerca del 12% de los páramos semidesérticos que se encuentran al occidente de la Sabana de Bogotá; sin costo para el erario y la mayoría de las veces con costo para el empresario, pues suele ser una afición o un pasatiempo y no realmente un desarrollo económico. Valga decir que solo el 5.92% de las reses de lidia que nacen acaban siendo toreadas en las diferentes plazas del mundo y que este número en Colombia podría ser inferior al 5%.
Lo que no es de ninguna manera discutible es que el toro de lidia cumple un papel muy importante en el entorno medioambiental y que es una de las pocas industrias del campo que hace un aprovechamiento racional de los recursos naturales, pues mantiene el ecosistema contribuyendo permanentemente al equilibrio del medio en el que se desarrolla, protegiendo los espacios del más depredador de los animales, el ser humano. De esta forma se puede afirmar que estos ecosistemas siguen existiendo en buena medida gracias a la existencia del ganado de lidia que no solo es de fácil adaptación al medio, sino que se alimenta de material vegetal residual y permite la convivencia de diversas especies que a su lado están protegidas de la persecución del hombre.
La secretaria general de la “Unión de criadores de toros de lidia” con sede en España, afirma que "la dehesa es el ecosistema por excelencia", y que su protección debe ir unida a la del toro bravo. De hecho, la dehesa como joya medioambiental es el lema de la Feria Mundial del Toro, que se celebrará en Sevilla el próximo año; en su lanzamiento su presidenta ha afirmado que "antes o después, deberá reconocer que el toro es una raza especial, un abanico de biodiversidad que ningún otro animal puede aportar, y que está estrechamente ligado al mantenimiento del medio ambiente". Al hacer un análisis del comportamiento de los suelos en los que han existido ganaderías de lidia y se han venido reemplazando, se puede observar que dichos espacios se han deteriorado a velocidades insospechadas.
A finales del siglo pasado el terreno ganadero ocupaba 500.000 hectáreas en el mundo, ahora ocupa unas 240.000. Las más de 1.000 ganaderías de lidia de hoy se esparcen por 23 países. La mayoría se asienta en zonas serranas y áreas pobres, semidesérticas e infrautilizadas.
Podríamos también emitir alguna opinión sobre los impactos culturales de las corridas de toros, dado que como ya se ha dicho en múltiples ocasiones por parte de la oficina de las Naciones Unidas para el medio ambiente, “La dimensión cultural es parte integral del medio ambiente”, y para ello habrá que ver cómo en la mitad del país se mantienen los festejos taurinos como parte fundamental de las celebraciones municipales. No me compromete dicha afirmación con que esté o no de acuerdo con el desarrollo de la llamada “Fiesta brava” tan solo me remito a los hechos.
Por último al referirnos a la protección de los animales deberíamos tener en cuenta que el promedio de edad en que un novillo de engorde es sacrificado es de aproximadamente 18 meses, mientras que los toros de lidia tienden a ser toreados entre los 3 y los cinco años lo cual aumenta significativamente la expectativa de vida del animal; también es cierto que podría buscarse la manera de evitar el maltrato del toro manteniendo el sentido del espectáculo pero aún en ese tema hay estudiosos, quiero aclarar que no conozco el tema a fondo, que según recoge la enciclopedia de los toros de Cossio, aseguran que el animal no sufre si es criado para este fin; la teoría que exponen es que la fiereza y las descargas de adrenalina que esta produce hacen que el animal no sienta dolor en el ruedo.
No pretendo como ya lo dije defender o atacar el mantenimiento de las corridas de toros, solo pretendo que no se utilice como argumento el de que se actúa en defensa del medio ambiente; éste no tiene nada que ver con las corridas de toros.
@alvaro080255