EL drama que vivimos los colombianos por cuenta del exabrupto de la Corte Internacional de Justicia de la Haya, sorprendidos en la buena fe de ir a un Tribunal al que no teníamos que asistir por cuanto nada teníamos que ganar, ni debíamos permitir que se pusiera en tela de juicio siquiera la soberanía nacional, puesto que teníamos los títulos, la posesión, el pleno dominio y ejercicio de la gobernabilidad en el Archipiélago de San Andrés, Providencia, Santa Catalina, los islotes y cayos en el Caribe. Al aceptar Colombia el desafío del sandinismo en el poder en Nicaragua, en aras de la legalidad mal entendida y de creer que todo se resuelve en los tribunales, cuando en no pocas oportunidades es todo lo contrario, como es ir a la fija a perder. Se pensó que el Tribunal de Justicia, por tratarse de un ente internacional que queda en La Haya, en Europa, en donde aparecen unos magistrados con toga, se distinguiría por la imparcialidad, dado que la lejanía de la zona del Meridiano 82 en esta parte de América nadie podría tener allí intereses de politizar de alguna manera el asunto, ni de salirse de los cánones universales de la interpretación de la validez de los tratados entre las naciones.
La buena fe y cierta ingenuidad, al no captar o estar desinformados en cuanto a ese Tribunal llegan elementos de distintos continentes y naciones, con tendenciosas ideas en cuanto al tema de la descolonización. Lo que da lugar a fallos contra Estados Unidos, malinterpretaciones de la historia y de los hechos mismos. Puesto que allí se cumple la ley de encaje, la que se menciona con tanta lucidez en El Quijote, dado que tienen encajado en su mentalidad el prejuicio de considerar que todo país un poco más grande que otro puede caer en el ejercicio y abuso de los atropellos colonialistas. Así que nuestros internacionalistas pensaron de buena fe que, como nuestros títulos y legitimidad eran incuestionables en una zona en la cual en América se acepta y está vigente la doctrina bolivariana del uti possidetis iure, lo mismo pasaría en el famoso Tribunal de La Haya. Cuando la doctrina que aplica el Libertador Simón Bolívar para soslayar conflictos y guerras entre países hermanos, tan positiva en Hispanoamérica y que evitó en los siglos XIX y XX que fuésemos a guerras espantosas y sangrientas como las europeas, que degeneraron en las dos más atroces guerras mundiales, no es reconocida en Europa.
No se indagó a fondo por los antecedentes a todas luces negativos de algunas de las sentencias del Tribunal en los últimos tiempos, contrarias a derecho y que han sido rechazadas por países y gobiernos civilizados, que entienden que el derecho y la razón en ocasiones son pisoteados por juicios en los que se hace evidente cierto sesgo político. Lo que le pasó a los Estados Unidos en un juicio que tuvo las sospechas de parcialidad política, y que se repite ahora con Colombia. Eso es tan claro que uno de los argumentos que presentó Nicaragua contra Colombia es que ellos estaban ocupados por tropas de los Estados Unidos y que en consecuencia el Tratado era inválido. El Tratado había sido forzado bajo la ocupación y la presión imperialista de los Estado Unidos, para favorecer a su aliado o si fallaba ese argumento, para compensar a nuestro país por la segregación de Panamá. Ambos argumentos falsos que no acogió la Corte que sostuvo la validez del Tratado Esguerra-Bárcenas. Pero que al llegar a la actualidad política internacional, según comentan elementos bien informados en contacto con funcionarios del Tribunal y conocedores de su composición y proceder, asimilaron la alianza de Colombia con Estados Unidos en el Plan Colombia, al hecho de que nosotros fuésemos su brazo armado en la región y por ende un país colonialista frente a Nicaragua. Ese prejuicio aberrante proviene de seres que se han formado en países donde han sufrido los vaivenes de la intervención armada de las potencias
Cuando el fenómeno es al revés, los que han sido hostilizados, vejados, maltratados, torturados, perseguidos y puestos no pocas veces en prisión y confiscados sus barcos pesqueros, han sido los raizales, los isleños. Y es contra tamaña injusticia que debe alzarse y defender con ardor Colombia frente a la comunidad internacional, para mostrar que nuestro compromiso esencial es con la defensa de las minorías colombianas en el Archipiélago de San Andrés, Providencia, Santa Catalina, islas, islotes y cayos, cuyo Departamento en población no llega a los 100.00 mil habitantes, en tanto Nicaragua es el país más grande de América Central con 5.359.759 habitantes, gobernado por antiguos guerrilleros que pretenden expandir su modelo seudo-revolucionario por la región.