Jueves, 25 de Agosto de 2011
LA protesta suele ser una manifestación común en los países democráticos. En Colombia prácticamente ha desaparecido. Los líderes sindicales hicieron tránsito a la política y allí se quedaron. Las denominadas fuerzas vivas, ya no se comprende muy bien cuáles son. Y en general existe conformismo con todo lo que existe.
Estar conformes no tiene nada de malo. Si a todo el mundo le parece que las cosas van bien es válido. Seguramente es el producto de una sociedad que apetece la estabilidad como objetivo después de tantos estremecimientos. Es decir, dedicarse a los esfuerzos propios y esperar a que otros resuelvan los de la sociedad.
En tanto, en el mundo hay todo tipo de brotes de insatisfacción y se exigen respuestas al Estado. Las redes sociales y los aditamentos de la tecnología han servido de acicate para remover los espíritus y mostrar que las cosas son diferentes a como se suelen ver en los tradicionales foros, conversatorios y escenarios de la política y la economía. Hay una división entre los sectores de carne y hueso y aquellos que dicen representarlos. Paulatinamente se abre esa brecha que no se sabe a dónde irá a parar. Los Indignados o la primavera árabe no sólo son manifestaciones de nuevas etapas imprevistas, sino la notificación de que el mundo cambió y de manera irreversible. Los analistas, académicos y periodistas intentan respuestas, pero aún es prematuro para definiciones perentorias. Todo ello son más bien palos de ciego, como debió pasar con los alcances y perspectivas de la Revolución Francesa en su momento.
No quiere decir, tampoco, que Colombia se haya quedado al margen. De alguna manera ha intentado formas de participación que aquí han parecido novedosas, como los referendos. Claro que en el mundo se practicaban hace tiempo. Aquí llegaron tarde. Lo cierto, además, es que ninguno de los referendos, generalmente truncos o improvisados, ha servido de vehículo participativo. Uno podría pensar, por el contrario, que con todos los avances electrónicos y de la Internet sería suficiente para votar tal o cual medida desde el computador. Sería lo sensato en los tiempos contemporáneos. De otro lado, sin embargo, previene y atemoriza lo que pasa con los hackers, de suerte que trasladar los mecanismos de participación y decisión a la Red está todavía en pañales. Inclusive, la Registraduría Nacional ya fue víctima, hace no mucho, de un ataque a gran escala el día de la consulta popular conservadora. Igual pasó recientemente con los archivos y líneas personales de dirigentes y periodistas, que fueron robados o espiados.
Es posible, pues, que en Colombia no se produzcan protestas como en otras partes. Seguramente en prevención de ello el Gobierno Santos cambió la ley de educación, so pena de no repetir lo que sucede en Chile con los estudiantes y sufrir estruendosas bajas de popularidad. Ya no debe ser, ciertamente, la protesta el escenario civil. Pero a cambio de ello hay que fomentar la participación. La participación moderna. JGU