BEATRIZ CAMARGO es lo que se conoce como un “héroe discreto”, formadora talentos y creadora de una reconocida escuela en Latinoamérica: el biodharma. Lleva 45 años dedicados a las tablas, en los que ha recorrido países como Dinamarca, Alemania, Estados Unidos, México, Cuba y toda la geografía nacional con su legendaria compañía Teatro Itinerante del sol.
Por esta y más razones, esta mujer nacida en Sogamoso, recibió el pasado 22 de mayo la Medalla al Mérito por parte del Ministerio de Cultura al considerarla uno de los pilares del teatro nacional. Beatriz le contó a este diario por qué eligió el camino de las artes y ahondó un poco más en la filosofía de vida y en la trayectoria de su escuela.
EL NUEVO SIGLO: ¿Por qué el teatro?
BEATRIZ CAMARGO:Soy una amante del arte de la vida, entonces siento que el teatro es ese espacio vacío al cual pueden llegar todas las expresiones, y es el lugar donde todo puede ser y ser recreado.
ENS:¿Qué le han dejado estos más de 45 años haciendo teatro?
BC:Cada aquí y ahora en el que estoy en el teatro y en el que acabo de hacer una obra, un acto pedagógico, un laboratorio o una convivencia creativa vuelvo a quedar lista para seguir creando.
ENS: ¿Hasta dónde la ha llevado esta búsqueda constante de cuestionarse como ser humano?
BC:Al origen, porque siempre lo he estado haciendo a través de mi labor creativa con el arte, con el teatro. Y esto ha significado no desprenderme de esa fuente que es mnemósine (la memoria) madre de todas las artes.
ENS:Hablemos sobre el Bioteatro, ¿qué lo hace tan especial?
BC:En los años ochenta, al llegar a Villa de Leyva buscando la tierra, el cosmos, la sabiduría ancestral, sentí que la palabra teatro ya no era válida para lo que yo estaba creando. Entonces en ese momento, como ahora, tenía el firme propósito de ir a la naturaleza como madre creadora. Por eso la palabra bios (vida) me conmovía mucho; y también la palabra drama, no ligada a la tragedia, sino a su raíz: dream, que significa sueño.
De ahí nace Biodrama, pero uno va cambiando, y en este momento en el que estamos en Colombia y en el planeta quise hacer un teatro que no esté ligado a esas palabras que han motivado la dramaturgia desde la tragedia griega.
ENS: ¿Cómo se produce la transformación del personaje en esta propuesta?
BC:Muchas de las obras que existen en el teatro colombiano plantean el conflicto, y su acción y dramaturgia dejan al público sumergido en ese punto y sin puertas abiertas para una solución. En cambio, nuestras creaciones comienzan con un desafío en el que al final siempre se encuentra la luz, la libertad.
Creo que la humanidad se está transmutando y tengo la certeza profunda que entre todos vamos a crearnos como gentes, palabra que existe desde nuestros ancestros. Muisca es gente, kogui es gente, todos los nombres de las etnias aborígenes significan ser gente, de manera que para ellos implica no estar desligados de la ley de origen, del dharma, del corazón del cielo y de la tierra, de la naturaleza.
ENS: ¿Por qué hacer de una maloca una sala de teatro?
BC:La Maloca es nuestra matriz creativa y desde el comienzo mi propósito ha sido el de ir a las fuentes, al origen, a la memoria, a nuestra sabiduría ancestral, a la tierra. Y resulta que las casas ceremoniales de nuestros aborígenes, llamadas malocas, son un lugar donde la gente se encuentra para aprender. Ese sentido es el que hemos querido darle porque es a través del arte como aprendemos quiénes somos, por qué estamos en este planeta y para dónde vamos.