En los supermercados de toda Francia, las estanterías, normalmente llenas de novelas y otros libros están vacías o tapadas, una decisión que busca acallar el enojo de las librerías cerradas por el nuevo confinamiento.
“Me parece estúpida la decisión de cerrar las estanterías de libros en los supermercados. ¡Nos dejan sin la cultura!”, afirma Sylvie Lagrange, una lectora asidua que se apresuró a ir a la biblioteca de su barrio, en un suburbio al sur de París, para “abastecerse”, dos días antes del inicio de un nuevo confinamiento que durará al menos un mes en Francia.
Y no fue la única. Los afiliados acudieron en masa a las bibliotecas municipales la semana pasada. Unos 8.000 libros fueron prestados en pocas horas el jueves en la biblioteca municipal de Villeneuve d'Ascq, una localidad del norte de Francia.
Después de haber cerrado las librerías y bibliotecas para el segundo confinamiento que entró en vigor el viernes, el gobierno francés, por “equidad” con los libreros, también prohibió la venta de libros en los supermercados.
A diferencia de Bélgica, en Francia, los libros fueron catalogados como artículos “no esenciales”.
“Los políticos solían estar muy orgullosos de la idea de que Francia era una nación con una excepción literaria y que era una especie de hija mayor de la lectura y la venta de libros. De repente, te das cuenta de que todo era un montón de mentiras”, lamentó el escritor Sylvain Tesson.
Desde el viernes, la ira ha ido en aumento, con peticiones al presidente Emmanuel Macron, libreros tentados por la desobediencia, llamados a boicotear los gigantes de la venta en línea, como Amazon, y hasta el aplazamiento de varios premios literarios, entre ellos el célebre Goncourt, como muestra de solidaridad.
“La cultura es esencial, es un error sacrificarla”, dijo la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, que anunció un “iniciativa conjunta” con otras ciudades para reabrir las librerías.
“Condenan a todo un sector”
Para este sector, que lucha por sobrevivir frente a los gigantes de internet, el golpe es duro. Durante los dos meses de confinamiento durante la primavera, las ventas en las librerías se desplomaron en un 95%, una caída que fue rápidamente contenida tan pronto como volvieron a abrir en mayo, lo que demuestra el apetito de los franceses por los libros.
“Hay millones de personas en este país, y lo vimos justo después del primer confinamiento, que quieren leer, que necesitan leer. Cerrar las librerías significa condenar a todo un sector de la economía cultural”, dijo el periodista François Busnel, que presenta un popular programa de televisión literaria, “La grande librairie” (La gran librería).
La petición que lanzó para la reapertura de las librerías (188.000 firmas el miércoles al mediodía) fue firmada por escritores, actores y editores.
“Entiendo a los libreros. Tienen intereses económicos que no tenemos en las bibliotecas", comentó Hélène Brochard, directora de la biblioteca municipal de Villeneuve d’Ascq.
“Me sorprende más la respuesta del gobierno cuando decide ‘eliminar todo’, quitando la posibilidad a la clientela de comprar libros en los supermercados”.
“¡Es increíble! ¡Convierten a los libros en un producto totalmente prohibido!”, señala.
“Ciertamente, la situación sanitaria es muy grave, y es necesario proteger al personal de las librerías y bibliotecas. Pero el mensaje que se está enviando es catastrófico”, expresa Brochard.