Una película de suspenso pero que tiene todos los ingredientes de una cinta de acción, donde sus protagonistas son un valiente fiscal de derechos humanos y un detective que en medio de fuertes escenas de enfrentamientos y persecuciones destapan un panorama de corrupción, poder y ambición es La semilla del silencio, la nueva apuesta del cine nacional que llegará en pocos días a la cartelera.
El responsable de esta cinta que durante casi dos horas lleva al espectador por un vertiginoso recorrido cargado de engaños pero también de fe en la justicia y en las instituciones, es Felipe Cano Ibañez, el director colombiano que ha labrado una fuerte carrera en grandes producciones televisivas como Lady la vendedora de rosas, El laberinto de Alicia, Correo de Inocentes y Revenge, entre otras.
Con esta, su ópera prima en el séptimo arte, Cano demuestra que el género le corre en la sangre y de ahí su empatía con el guion de Camilo de la Cruz, llevando del papel a la pantalla escenas de acción bien justificadas, cuidadosamente recreadas y siempre respaldadas por una historia bastante fuerte.
La trama constituye un viaje de emociones con un ritmo que cambia continuamente y que permite llevar al espectador en un juego de tiempos, gracias a una puesta en escena que se mueve cuidadosamente entre el presente y el pasado.
“Se trata de un thriller policíaco, donde las motivaciones de cada personaje están sujetas a un contexto que moviliza y desencadena acciones provocadas por el miedo, la ambición y la búsqueda de la justicia”, sostiene el director.
Y para esta producción de Chapinero Films el director no pudo encontrar mejores “socios”: los actores Andrés Parra, Angie Cepeda y Julián Román, quienes interpretan a los tres personajes centrales y quienes están acompañados en la pantalla por otros igualmente grandes y reconocidos talentos: Julieth Restrepo, Christian Tappan, Felipe Botero, Alejandro Buitrago y Juana Arboleda, entre otros y con la actuación especial de Rafael Uribe y Jairo Camargo.
La Semilla del Silencio reúne todos los ingredientes de una producción de calidad que premia la valentía con que el joven equipo de producción , con Camilo Molano Parra a la cabeza, asumió un enorme riesgo en su primera película y que cree firmemente en que el país tiene historias que se deben contar, “y hay que hablar de esas historias hasta que nos cansemos, pero sobre todo hasta que dejen de suceder”, asegura Molano Parra.
Volviendo al guion, este surgió de la mente de Camilo de la Cruz y en él conviven el miedo, la paranoia, la angustia y la desazón en un ambiente contaminado por la delincuencia, la inseguridad y la impunidad, muy ajustados a la Colombia actual y reconocidos ingredientes del thriller policíaco, un género con el que no muchos se la han jugado en el país pero que podría nutrirse perfectamente de su realidad.
“A mí me gusta mucho hablar de personajes solitarios”, dice el productor y escritor Camilo de la Cruz. “Y buscando en la realidad nacional que llega todos los días se me ocurrió la historia de una fiscal de Derechos Humanos que descubre un secreto”.
La Semilla del Silencio tiene además valores de producción adicionales que permitieron lograr el ambiente soñado por el guionista y el director y que sumergen al espectador en la trama durante los 100 minutos que dura en pantalla, empezando por la fotografía, a cargo del experimentado cinematógrafo cubano Alejandro ‘Nano’ Moreno y el trabajo del departamento de arte bajo la dirección de Nicolás Duque.
También está la banda sonora grabada por algunos de los más prestigiosos músicos de la industria de Hollywood -24 de ellos participaron en la banda sonora de Star Wars, The Force Awakens- en los estudios The Bridge Recording en Los Ángeles y de la que hicieron parte el compositor y productor colombiano Daniel Velasco, la directora de orquesta María Adelaida Robledo y el ingeniero de mezcla Mauricio Gasca, son tres de ellos.
El rodaje de La Semilla del Silencio tomó alrededor de cinco semanas y otros tres días de segunda unidad en preproducción, tuvo como escenario varios rincones de Teusaquillo y el centro de Bogotá, además de un par de escenas de selva que se realizaron en la población de Cachipay.