Por Emilio Sanmiguel
Especial para El Nuevo Siglo
En Medellín se evidencia que Bogotá no es el ombligo del mundo en materia cultural. Aunque no niego que ocurran cosas importantes, como el surgimiento del Teatro Mayor como epicentro de la vida musical con su programación de estrellas rutilantes del mundo, o la triste agonía de la sala de conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango, que en el pasado era la Meca capitalina.
No me extiendo sobre el caso del Colón, donde ahora demuelen lo construido en el escenario pues les quedó mal el foso de la orquesta, es que el cursito de aprender a hacer teatros que hace la burocracia ministerial nos está saliendo carísimo a los contribuyentes.
Pero, repito, no es de Bogotá, sino de Medellín que se trata.
El jueves pasado, en el Museo de Antioquia, inauguración del Salón Nacional y el viernes, en el Metropolitano, Gala por el bicentenario de Verdi.
El salón nacional en el museo de Antioquia
De verdad, no se trata de al caído caerle cuando la popularidad del presidente anda peor que la de San Emigdio en Cúcuta luego del terremoto.
Pero es que la cultura lo tiene sin cuidado. Porque en el último minuto hacer viajar a la ministra Garcés de Medellín a Bogotá, sólo para estar presente en el espectáculo mediático del cambio de gabinete, para para no reemplazarla, significa que no mide de lo que significa el Salón para las artes del país.
Es decir, a las 6:30 del jueves, en la antigua sala del consejo del Museo de Antioquia se llevó a cabo el acto oficial de inauguración del Salón, con la ausencia ministerial.
El acto, en sí mismo, desangelado, por su ausencia y porque luego de las intervenciones plagadas de lugares comunes de dos de las autoridades de la curaduría oficial y un discurso previsiblemente fuera de tono del alcalde de Medellín; la viceministra de Cultura, que se llama Claudia López, leyó el discurso que habría leído Mariana Garcés, de no haber tenido que salir volando a Bogotá para la crisis; en honor a la verdad, una intervención algo más sustanciosa que las anteriores.
Si el presidente tuviese al menos una idea vaga de los que significa el Salón, habría entendido que la presencia de la ministra Garcés era más determinante en el Museo de Antioquia que en la Casa de Nariño la noche del jueves.
El montaje es impecable, y no debe extrañar, pues el M. de A. atraviesa un momento extraordinario: visitarlo es una experiencia de la que no debería privarse ningún visitante de Medellín, por la curaduría, por el montaje y por la colección (las salas Botero son paradigmáticas), más profunda y gratificante que pasar la tarde en los centros comerciales de El Poblado…
Medellín lírica y verdiana
El esnobismo típico del altiplano hizo que Bogotá olvidara el bicentenario de Giuseppe Verdi. Ahora resulta que todo el mundo salió wagneriano.
A Medellín no llegó la ola wagneriana de la carrera Séptima. Advierto, sí, que saco en limpio a los wagnerianos que lo han sido desde siempre, como don Jorge Arias de Greiff y familia… por ejemplo.
Y como la ola no llegó a Medellín, la noche del viernes en el Teatro Metropolitano, casi con el lleno completo, se llevó a cabo la gala Verdi por siempre, que forma parte de la temporada 2013 de la Fundación Prolírica de Antioquia, que dirige Elisa Brex.
En esta oportunidad le apostaron a la Sinfónica juvenil de la Red de Escuelas de música, bajo dirección de Dante Rainieri. La agrupación se defendió lo mejor que pudo, aunque ciertos desatinos, como la insuficiente actuación de los violonchelos, y el tono general un tanto amateur, vino a demostrar que habría sido más deseable contar una orquesta más experimentada, como la Filarmónica de Medellín o la Sinfónica de Eafit, para resolver con más solvencia fragmentos como la obertura de Las vísperas sicilianas, el dúo de Amonasro y Aída y la escena del juicio de Aída o el cuarteto de Rigoletto.
Como siempre sorpresas en Medellín. La primera, sin duda, poder ver una vez más a quien ha sido la mejor cantante lírica de todos los tiempos en Colombia, la mezzosoprano Sofía Salazar, cantando la parte de Amneris en Aída y Maddalena en Rigoletto: la magia de la gran cantante sigue ahí y uno piensa que el día que ella así lo quiera puede dominar completamente el instrumento y plantarse nuevamente a hacer las Ulricas, Azucenas, Cármenes que hicieron de ella una leyenda de la ópera.
Fragmentos de Nabucco, Ballo in maschera, Macbeth, Don Carlo, Rigoletto, Nabucco, Traviata, Trovatore, I lombardi y un elenco que, además de Sofía, incluyó las voces de Nelson Martínez, Elisabetta Farris, Hilda Ramos y un largo etcétera que incluyó la buena actuación del Coro de Prólirica.
Buena recepción del público, lo cual es un milagro, porque ligar in triunfo en el Metropolitano es infinitas veces más difícil que hacerlo en otro teatro, no del país sino del mundo. Y no exagero.