Varias poblaciones de zonas apartadas de la Costa Caribe colombiana fueron el escenario ideal para desarrollar un proyecto en el que se construyeron viviendas con características bioclimáticas, con la participación de la Universidad Nacional, sede Medellín.
La idea, según Sebastián Bedoya, arquitecto y líder del proyecto, era utilizar las características del ambiente natural de la zona para la construcción de viviendas haciéndolas verdaderos sitios bioclimáticos.
“Se buscaba conciliar los saberes locales respecto a los materiales y a la mano de obra, con procesos y materia prima de origen industrial, pues una de las filosofías del grupo es interpretar las dinámicas de cada contexto y combinarlas para lograr el mejor resultado posible”, expresa el arquitecto.
El proyecto, desarrollado por un equipo interdisciplinar de profesionales (arquitectos, ingenieros y sociólogos, entre otros) pertenecientes al grupo de investigación Ígnea, de la Facultad de Minas, se ejecutó en zonas no interconectadas al sistema eléctrico central, motivo por el cual los investigadores tuvieron que sortear diversos problemas de acceso.
El arquitecto señala que las casas bioclimáticas son viviendas en las que el consumo energético es el menor posible y se adaptan a las condiciones de las zonas en las que se ubican, con el fin de lograr una sinergia que pueda generar bienestar a sus habitantes.
Para su construcción, se utilizaron materiales como la tapia, el bahareque, piedras de canteras, fibras de tipo cañaflecha o extraídas de guadua, entre otros, ideales para lograr una vivienda que ofrezca condiciones de confort frente a factores como el sol, las corrientes de vientos predominantes y otras incidencias climáticas.
El experto comenta que se trata de elementos utilizados por los ancestros. Un ejemplo es la tapia, estrategia bioclimática óptima debido a la masa que posee, la cual retrasa la incidencia del calor al interior de las viviendas y hace que los espacios permanezcan frescos.
Las viviendas construidas por el grupo se encuentran en Nazareth, en la alta Guajira; Isla Fuerte, en Bolívar; y Titumate y El Totumo, en la zona del Urabá antioqueño. Estas se erigieron en cuatro etapas durante varios años, hasta finales de 2013.