El célebre tenor franco-italiano Roberto Alagna vive una "nueva juventud" a sus 50 años, revitalizado por su próxima paternidad, y confiesa que su pasión por la ópera le salvó la vida y fue su terapia en momentos críticos, en una entrevista a la AFP en Nueva York.
"Se dice que uno canta bien cuando está triste. Pero yo creo que uno canta mejor cuando está feliz. Siento una suerte de nueva juventud y de serenidad. Tengo ganas de comerme la vida", dice un entusiasmado Alagna al comenzar la entrevista en la Ópera Metropolitana en Manhattan, adonde llega acompañado de su pareja, la soprano polaca Aleksandra Kurzak, de 36 años, embarazada de varios meses.
"Quizás es la historia de la nueva felicidad, el hecho de esperar un bebé. Se nota en mi voz. Es más joven, tiene luz, es brillante. Todo el mundo me lo dice", explica con sencillez el tenor de origen siciliano y oriundo de Clichy-sous-Bois (afueras de París), que ya tiene una hija veinteañera, Ornella, de su primer matrimonio.
Su alegría renovada demuestra que quedaron atrás las turbulencias de su separación de la soprano rumana Angela Gheorghiu, su segunda esposa y con quien formó durante años una pareja mítica de la ópera, que incluyó una boda con gran pompa en 1996 precisamente en la Met con el exalcalde de Nueva York Rudolph Giuliani.
Para Alagna, la ópera y el canto han sido el "hilo conductor" de su familia, gracias a los cuales "resistieron a todas las dificultades de la inmigración, la pobreza, la situación económica", y le han permitido a él mismo superar momentos delicados de su vida, ya sea por su salud o por golpes como el fallecimiento de su primera esposa Florence Lancien en 1994 a causa de un tumor.
"La ópera es casi una terapia. Me dio todo. He tenido graves problemas de salud que he soportado gracias a esta pasión por el canto. Creo que si no hubiese tenido esta pasión por la ópera, ya me habría muerto", confiesa.
"Un período extraordinario para la ópera"
Alagna interpreta en estos momentos en la Met al pintor Cavaradossi en "Tosca" de Puccini junto a la soprano estadounidense Patricia Racette.
La presentación del sábado será retransmitida a todo el mundo en el marco de un programa que abarca 1.900 cines de 64 países, incluyendo Francia, el Reino Unido, Estados Unidos, Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México, Perú y Uruguay.
Esta iniciativa forma parte del "período extraordinario" que vive la ópera, que "nunca ha sido tan popular como ahora", según este tenor que empezó cantando en cabarets, tuvo como maestro al cubano Rafael Ruiz y se abrió las puertas al ganar en 1988 el Concurso Pavarotti en Filadelfia.
En ese sentido, Alagna rechaza los clichés de "elitista" o "inaccesible" que pesan sobre la ópera, y afirma que entrar en su mundo es una cuestión de "aprendizaje".
La vida de Alagna está íntimamente ligada a la Met, donde debutó en 1996 con "La Boheme", y a la que califica de "templo donde se respira la leyenda".
"En la Met lo más llamativo es la dimensión. Nosotros desde el escenario vemos todo. Aquí uno tiene la impresión de una gran apertura. Al principio da miedo, pero hay una acústica extraordinaria", cuenta.
A pesar de su dilatada carrera, Alagna admite que hoy en día se siente "más nervioso que antes" al salir a cantar: "La responsabilidad es más grande. Cuanto más alcanzas cierto nivel, más te van a criticar, más la gente espera un milagro", dice.
Y es que en un mundo donde la tecnología ha cambiado casi todas las disciplinas, los cantantes de ópera siguen trabajando "en las mismas condiciones que hace dos siglos", únicamente con su voz, "aunque con todo el estrés de la vida moderna".
En el caso de Alagna, su carrera se ve recargada además por su vertiente como cantante popular, interpretando por ejemplo el repertorio del cantante francés Luis Mariano o canciones tradicionales italianas.
Al concluir la entrevista, Alagna se detiene a reflexionar sobre la crisis económica mundial y sus efectos negativos en términos de apoyo financiero, advirtiendo sobre el "riesgo de abandonar la cultura"./AFP