‘La tercera Sinfonía’ de uno de los compositores más sobresalientes de comienzos del siglo XX, Gustav Mahler, es el abrebocas de la temporada de conciertos de la Orquesta Filarmónica de Bogotá, la cual se presentará bajo la dirección del maestro Enrique Arturo Diemecke.
Estos conciertos serán el 3 de febrero a las 7:30 p.m. y el 4 de febrero a las 4:00 p.m. en el Auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional.
En la presentación estarán la mezzosoprano Delphine Haidan, la Sociedad Coral Santa Cecilia y el Coro Infantil Voces Blancas Música en los Templos.
De acuerdo con la musicóloga Elli Anne Duque, La Tercera Sinfonía pertenece al conjunto de obras que giran en torno a la temática literaria y musical de Des Knaben Wunderhorn, un ciclo de canciones inspiradas en una antología de poemas medioevales. En la primera parte de esta extensa obra sinfónica, Mahler describe la conquista del invierno por el verano, que entra marchando con toda la fuerza de la naturaleza animada. En la segunda parte (de cinco movimientos) entran en acción los diversos aspectos de la creación: las flores, los animales, el hombre, los ángeles y el amor.
El análisis más acertado del primer movimiento es el que se da en términos de las descripciones originales del compositor, pues de otra manera no hay explicación para la variedad de temas y los cambios anímicos constantes y sorpresivos. El llamado de los cornos con que inicia la obra es el que nos despierta después del invierno, representado por la música profunda de los trombones y la tuba. Las trompetas anuncian el arribo de la primavera, engalanada con pastorales en las maderas y las cuerdas. Con una estrepitosa marcha inicia el verano, una de esas marchas irreverentes características del compositor. Los diversos motivos se repiten y desarrollan a medida que se establece el triunfo definitivo del estío.
Para la segunda parte, el manuscrito original indica que el Tempo di Menuetto corresponde a "Lo que me dicen las flores de la pradera". La instrumentación delicada reafirma la validez de la descripción. Pero no todo es delicadeza. También hay vientos que sacuden las hojas y las flores gimen en sus ramas y suplican clemencia al poder superior. Al final, los violines citan un pasaje del Liebesnacht (Noche de amor) de la ópera Tristán e Isolda de R. Wagner.
Para el último movimiento de esta gran obra Mahler anota la siguiente frase: "Padre, mira estas heridas, no dejes que criatura alguna se pierda". Las cuerdas meditan, se oyen ecos de la angustia del primer movimiento. Regresa la serenidad y los cobres participan en un final triunfal y apoteósico. Para Mahler este movimiento simboliza "la cima”, el punto más alto desde el cual se puede ver el mundo. Lo hubiera podido titular “Lo que me dice Dios”, pues Dios sólo puede ser entendido como Amor.