Por Emilio Sanmiguel
Especial para EL NUEVO SIGLO
En la sala de espera. Efectivamente. Los eventos se atropellan uno tras otro, y falta ponerse al día con tres de los conciertos de la Serie Internacional de grandes pianistas del Teatro de Colsubsidio. En «sala de espera» la rusa Oxana Schevchenko y el dúo de Irina Silivanova y Maxim Puryzhinskiy.
OXANA SCHEVCHENKO EL 6
Su presentación ocurrió la noche del sábado 6, con un programa que abrió con la Sonata nº 13 en Mi bemol, op. 27 nº1 «Quasi una Fantasia», que hace juego con la popular «Claro de luna», que ella supo revelar de forma inteligente, para continuar con una de las obras más complicadas del legado de Chopin, su Polonesa-Fantasía, resuelta con decisión y de manera muy personal, como suele ocurrir con los pianistas herederos de la escuela rusa.
La primera parte de su recital cerró gloriosamente con La valse de Ravel. Schevchenko entiende bien que una cosa es conseguir las sonoridades que demanda una de las partituras más exigentes del repertorio y otra, muy diferente, involucrarse emocionalmente en una obra que no lo permite; dicho de otra manera, tocó la valse cubriendo a cabalidad todas sus exigencias musicales, bueno, a cabalidad y en altísimo grado de musicalidad, pero, tomando la debida distancia que demanda.
La segunda parte de su presentación fue decididamente contrastada con la primera, por permitirse darle vuelo a su fenomenal técnica. En primer lugar la brillante paráfrasis de Sergei Rachmaninov sobre el Scherzo del Sueño de una noche de verano de Felix Mendelssohn, una prueba de velocidad, de precisión, de infinito cuidado con el pedal, tocada de manera modélica; a la pirotecnia de la paráfrasis mendelssohniana se opuso el lirismo de la transcripción de la Canción de cuna de Tchaikovsky, que no es menos exigente, así sus dificultades no se revelen tan abiertamente al oyente, pero es que Schevchenko, digámoslo de una vez por todas, no la tocó porque ¡la cantó!
Siguió con una obra que, me atrevería a jurar, se tocaba por primera vez en Colombia; la última de las sonatas de Nikolai Medtner, que nuestra Oxana resolvió con esa precisión casi cronométrica que exige el primer movimiento y con decidida sensualidad en la segunda.
Ya para cerrar, una prueba de fuego y un triunfo para ella: el Tango y 3 movimientos de Petroushka de Igor Stravinsky, que en su espectacularidad virtuosística, alborotaron los tendidos del teatro.
SILIANOVA Y PURYZHINKIY
La presentación del dúo de Irina Silianova y Maxim Puryzhinskiy fue una sucesión inagotable de novedades, seguramente todas en primera audición en Colombia,
Ya vistos en el país en otra de las series del teatro, la de la noche del 13 de febrero fue a 2 pianos, no a 4 manos como su concierto de debut.
En primer lugar la transcripción del compositor, Paul Dukas, sobre El aprendiz de brujo: una introducción brillante y una interpretación que demanda muchísimo trabajo, porque la obra, popularísima, sí, pero no ofrece realmente demasiado. Enseguida el tríptico de sutilezas, de sonoridades evanescentes e intrincados contrastes de la transcripción de Ravel sobre los Nocturnos de Claude Debussy. Si bien es cierto, la transcripción es magistral, tocarla es todo un reto, pero consiguieron la inmutable inmovilidad de las nubes, el retrato preciso y paradójicamente borroso también de la Fiesta, y sobre todo, el canto de las sirenas del fragmento final.
El cierre de la primera parte fue de absoluta extroversión: la brillante Fantasía sobre temas de Porgy and Bess de Gershwin, del pianista australiano Percy Grainger.
La segunda parte, me atrevería a afirmarlo, fue la más interesante, o por lo menos la más novedosa en un recital marcado por la novedad. Lo que no es decir poco. Maxim Puryzhinskiy ya en el pasado se había revelado como un magnífico hacedor de transcripciones y lo ratificó con la Transcripción de 10 piezas del ballet «Romeo y Julieta» de Sergei Prokofiev. Puryzhinski entiende bien que este ballet posee una música que funciona igualmente bien en la orquesta que en el piano. Su transcripción tiene muchas cualidades. La primera, desde luego, enriquecer el repertorio de las obras a 2 pianos, ampliar el espectro de la música misma de Prokofiev, pero sobre todo, conseguir transmitir la intensidad dramática del ballet y las mejores características de Prokofiev como creador, porque posee la solemnidad casi agresiva de la entrada a la fiesta en casa de los Capuletos, la faceta lírica de los enamorados, la irónica de la mascarada y el dramatismo intenso de la muerte de Teobaldo, para apenas citar algunos fragmentos.
¿Será necesario añadir que la interpretación fue excepcional?