Perspectiva. Márquez escribe con "tinta sangre" de su corazón | El Nuevo Siglo
Márquez ha sido una de las impulsadoras del Festival de la Palabra de Armenia.
Foto Cortesía Samaria Márquez
Sábado, 8 de Octubre de 2022
Redacción Cultura

A Samaria Márquez Jaramillo le costó mucho creer que su pluma era digna de un premio, un reconocimiento nacional y, por qué no, una valoración internacional. Pero no porque dudara de su talento, sino por las críticas que recibía las que, según recuerda, eran: “Es una novela mala”, “No sirve” o “Es muy dura para el contexto”.

Las diatribas no la detuvieron, quizás, pensaba la novelista, porque sus manuscritos estaban en las manos incorrectas y por eso insistió con la misma pasión con la que narra sus historias.

Lo más paradójico del caso es que esa misma ficción que en años anteriores había sido rechazada, fue la misma que presentó en su más reciente novela “Ojos de gata ciega”, la cual obtuvo el Premio Nacional de Novela, el pasado 27 de diciembre, y fue calificada como una excelente propuesta discursiva.

La también periodista, maestra de escritura creativa, profesora universitaria y conferencista obtuvo, en 2004, el premio de novela del Instituto Iberoamericano Mario Vargas Llosa con “La vida en tiempos de muerte”. También escribió “Los nietos del exilio” (Áltera, 2016), con la que ganó el III Premio de Novela Histórica Hispania. En 2007 organizó y condujo el Festival de la Palabra, evento que se realizó en Armenia.



Su infancia

A sus 74 años nada la detiene, cuenta con un espíritu jovial y ganas de seguir escribiendo porque sabe que su talento se lo permite. La novelista colombiana nació y creció en el seno de una familia muy humilde en el corregimiento La Tebaida, Quindío, un pequeño pueblo que en 1948 tenía unos cinco mil habitantes.

 Recuerda que su casa quedaba en las riberas de La Vieja, ubicado entre el Valle del Cauca y Risaralda, territorio que en este tiempo no contaba con redes de acueducto ni eléctricos, por lo que tuvo una infancia muy dura, pero nunca le faltó el alimento ni el calor de hogar.

No poseíamos dinero, pero teníamos tierra. Sin embargo, mi madre decía que la tierra no se come. Recuerdo que teníamos unas tías que habían dado el gran salto y se habían ido a vivir a Nueva York y cada año mandaban ropa; entonces mis tres hermanas se lucían unos vestidos muy hermosos y después los heredaba, yo por ser la menor. Tenía alrededor de 10 años”, evoca con lucidez Samaria.

El haber nacido y vivido en La Tebaida le afianzaron los valores y la esencia que la caracteriza: “Siento un amor profundo por el Quindío. Defiendo con todo mi corazón la campesina que hay en mí, porque sigo siendo una campesina, alegre, que le gusta tener amigas, salir a conocer otras culturas, escribir historias y leer. Tengo muchos recuerdos dolorosos, terriblemente dolorosos, pero también están los bueno momentos de la vida”, refiere a EL NUEVO SIGLO.

En su niñez quiso ser maestra, porque en esa época “obligaban a los niños y a las niñas a ir a misa los domingos, íbamos bien vestidos de gala y yo veía cómo la maestra iba delante de todos, era muy seria y bonita. Sigilosamente observaba cómo ella con una sola mirada imponía las reglas, esa quería ser yo. Pero luego inauguraron el aeropuerto El Edén, y fuimos porque vivíamos muy cerquita, queríamos ver de cerca un avión. Cuando miro que se baja del aparato una señora con unas medias negras, unos zapatos elegantes y una ruana roja. Ese día no quise ser maestra sino auxiliar de vuelo, aunque las ilusiones se apagaban con el tiempo porque mi mamá me dijo que no podía hacerlo, porque para eso se necesitaba saber muchos idiomas. Entonces comencé a dudar que lo podía lograr”, relata.

 

Su tinta

A Samaria le llegó el gusto por la lectura a raíz de que el párroco de la iglesia, Ramón Echeverri, le prestaba los libros y ella se los devoraba en unos días. Poco a poco se le fue avivando su interés por la literatura y la narrativa.

“Muy joven en la Universidad del Valle aprendí que un gran enemigo de la literatura, de la gramática y de los textos es el patetismo. Recuerdo que cuando escuché al cantante ecuatoriano Olimpo Cárdenas una canción que decía que él escribía con la tinta sangre del corazón, me pareció muy sublime esa frase. Entonces me atribuí esa expresión y empecé a escribir mis novelas con la tinta sangre de mi corazón…desde entonces no he parado de hacerlo”, afirma.

No obstante, como ella misma refiere, su camino al éxito ha estado lleno de tristezas y desilusiones. Recuerda que en el año 2015 fue hasta la Secretaría de Cultura del Quindío a proponer su novela Los Nietos del Exilio, pero fue rechazada porque consideraron que “la calidad no se ajustaba al contexto”. Esa misma novela la postuló al Premio de Novela Histórica Hispania y se alzó con el galardón.

“Luego escribí otra novela, pero no le había puesto título. También, al principio me decían que era mala, que era muy dura, que era una historia inútil. Entonces, como no servía para nada, decidí ponerle el título más inservible en todo el mundo y le pregunté a mi esposo Ramón Casalei, quien también es escritor, qué sería lo más parecido a lo feo. Él me respondió: no hay nada más inservible que los ojos de una gata ciega. De ahí el título de la novela con la que gané”, recuerda la autora.

“Ojos de gata ciega” se impuso sobre 33 participantes por su “gran pertinencia temática”, como indicó el jurado compuesto por María Adelaida Fernández Ocho, Susana Esquivel y Oscar Huberto Godoy Barbosa. “La historia tiene una voz muy potente, que no sólo narra la historia de los personajes principales, sino que también logra contar la cultura y la historia de un territorio”, dice el acta.

Los jurados destacaron el vigor de la voz narrativa de Samaria, el cual logra construir sus personajes sólidos, inspirados en una cultura y un territorio: “Resultan asombrosas las habilidades narrativas de la autora para lograr que esa voz se entrecruce con otras lecturas y con las palabras de otros personajes para contar la historia” anotaron.

La novela plantea temas complejos como la obsesión, lo absurdo, la locura y la muerte. “Si, realmente es una narrativa muy fuerte, pero al mismo tiempo es limpia, de carácter y considerada por muchos como excelente. Toda mi vida he luchado para no creerme lo que otros han opinado de mis novelas, por no creerme que no soy capaz, como cuando quise ser auxiliar de vuelo o cuando presenté mis primeras novelas. Ahora seguiré escribiendo con la misma tinta con la que empecé hace más de 50 años”, reseña la escritora.