Carlos Páez Vilaró, el artista uruguayo que plasmó en su vasta obra su amor por la cultura negra, murió el lunes a los 90 años dejando decenas de murales en todo el mundo y la emblemática "escultura habitable" Casapueblo en el sureste de Uruguay.
"Murió hoy tempranito, hablando con el médico, porque tenía un pequeño dolor en el pecho", contó a canal 12 su hija Beba Páez. "Anoche estaba bárbaro, parecía que iba a vivir cinco años más", dijo emocionada.
Páez Vilaró falleció por un infarto en Casapueblo, una original construcción modelada con sus propias manos sobre los acantilados en Punta Ballena, en el exclusivo balneario Punta del Este (120 km al este de Montevideo).
El artista "es más que un referente para la ciudad y para el país. Se nos va alguien que dejó un legado que será difícil de empardar", comentó el alcalde de Punta del Este, Martín Laventure, al sitio Montevideo.com.
Este apasionado por el candombe y la cultura afrouruguaya, temas predominantes en una prolífica obra que abarcó la pintura, la escultura, la cerámica, el cine, la música y las letras, participó hace pocos días tocando el tambor -como desde hace casi 50 años- en el tradicional desfile de Llamadas de Montevideo.
"El último desfile lo realizó con nosotros, con todo el esfuerzo", recordó a medios locales el director de la comparsa Cuareim 1080, Waldemar "Cachila" Silva. "Para nosotros y para todo el país es una profunda pérdida", agregó. "Deja un vacío en la cultura uruguaya".
Sus soles y personajes con su trazo inconfundible pueden encontrarse en lienzos y murales en edificios públicos y viviendas privadas de todo el país, pero también supieron darle color a los aviones de la quebrada aerolínea uruguaya Pluna o a una línea nacional de vajilla.
"Ya no lo tendremos entre nosotros. Pero nos ha dejado sus cosas y sus ejemplos de vida: su arte, su voluntad que nunca claudicó, su energía, su sencillez y humildad, sus rasgos de identidad uruguaya y popular", indicó en un comunicado Oscar Tabárez, entrenador de la selección uruguaya, a la que el artista obsequió recientemente un mural.
- Un legado de murales por el mundo -
Nacido en Montevideo el 1 de noviembre de 1923 en una familia acomodada, este autodidacta partió en su juventud a Buenos Aires, donde se vinculó a las artes gráficas.
A su regreso, en la década de 1940, se apasionó por el mundo de la cultura afrouruguaya: para conocerlo de cerca se instaló en el conventillo "Mediomundo", un caserón habitado por familias negras, hoy demolido, donde comenzó pintaba ropa para las comparsas, decorando sus caras y tambores o componiendo candombes, pero pronto pasó a pintar escenas sobre las lavanderas, los velorios o los casamientos de la comunidad.
Su fascinación por ese tema lo llevó luego a Brasil y a recorrer Africa. Sobre su experiencia en ese continente realizó el documental "Batouk" (1967), junto al francés Jean-Jacques Manigot.
Pintó centenares de obras y realizó múltiples exposiciones, pero sobre todo le escapó al bastidor y dejó su sello en monumentales murales en Argentina, Australia, Brasil, Camerún, Chile, Congo, Estados Unidos, Gabón, Panamá y Polinesia, muchos en hospitales, en el marco de su cruzada "Color para el dolor".
Uno de los más famosos es "Raíces de la paz", pintado en 1960 en la Unión Panamericana, en Estados Unidos, con 162 metros de extensión considerado en su momento el mural más largo del mundo.
"Si la pintura de caballete nace confinada a actuar dentro de un escenario elitista, reservado para el goce íntimo de quien puede adquirirla, el arte mural en cuestión es un mensaje despojado de egoísmo, abierto a todos", afirmó el artista, citado en su sitio en Internet.
- "Soy un hacedor" -
En 1972, su hijo Carlos viajaba en el avión que transportaba a rugbistas uruguayos a Chile y que cayó y desapareció en la Cordillera de los Andes. El artista colaboró con la búsqueda, que continuó tenazmente cuando terminó el operativo oficial, reclutando voluntarios, consultando a videntes e internándose en la montaña.
Finalmente su hijo estuvo entre los 16 sobrevivientes de la tragedia y Páez plasmó esa búsqueda en su libro "Entre mi hijo y yo, la Luna" (1982).
A medio camino de la crónica y la biografía, entre otros títulos publicó además "Así te veo... Montevideo" (1985), "Cuando se pone el sol" (1993) y "Arte y parte" (1995).
Tras ser homenajeado en el Parlamento en agosto de 2013, el artista se definió como un "hacedor" de cosas.
"He sido un intento: intenté la cerámica sin ser alfarero, intenté la construcción sin ser arquitecto, intenté la pintura sin maestros, intenté la música haciendo candombe pero sin ser compositor. Soy un hacedor", aseguró entonces.
Los restos del artista, padre de seis hijos, serán inhumados el martes en el panteón de la gremial de autores uruguayos.