Cine Colombia estrena en las principales salas del país el aclamado documental de Tom Volf sobre María Callas, la cantante más importante del siglo XX: “La Divina”
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Especial para EL NUEVO SIGLO
La sola historia de este documental parece una novela: en Nueva York, hace cinco años, al fotógrafo francés Tom Volf, que nunca había ido a la ópera, un aficionado le vendó una boleta por sólo 10 dólares para Maria Stuarda de Donizett:: Así descubrí el mundo del bel canto.
De regreso empezó a buscar vídeos en internet hasta que se encontró con la Escena de la locura de Lucia de Lammermoor, también Donizetti, con María Callas: Su voz me llegó al alma, fue algo inexplicable.
Se le convirtió en obsesión. Devoró libros, documentales, grabaciones oficiales y piratas y concluyó que nada era suficiente para entender a la mujer detrás de la diva.
Una frase suya de una entrevista concedida al británico John Frost, le dio la clave: Hay dos personas dentro de mí, me gustaría ser María, pero está la Callas, de quien debo estar a la altura, así que lucho con ambas, como buenamente puedo. Empezó la faena de recorrer literalmente el mundo entero recopilando información, grabaciones inéditas, videos desconocidos, centenares de cartas y entrevistas quienes la conocieron.
El resultado es María by Callas, María según la Callas, dos horas de un documental en el que la propia cantante se encarga de develar su intimidad artística y personal
Tratándose de la cantante más importante del siglo XX, cuyo legado nadie ha superado, reviste un interés fenomenal.
La gran soprano
Cecilia Sofía Anna Maria Kalogeropoulos María Callas, nació en Nueva York, de padres griegos inmigrantes. Su ambiciosa madre Evangelia estaba resuelta a hacer de sus hijas estrellas de la música; divorciada regresó a Atenas para hacer de Jacquie, su favorita, una pianista y de María una cantante. En el Conservatorio de Atenas Callas fue aceptada en la clase de Elvira de Hidalgo, una soprano española de renombre internacional que sin pretenderlo la educó como soprano lírico-leggero pese a que por naturaleza era una drammatico y revivió un tipo de vocal desaparecido desde mediados del siglo XIX: la drammatico d’agilità para la que Rossini, Donizetti, Bellini y el joven Verdi escribieron algunas de sus obras maestras. Callas era más que eso, era una sfogato, una soprano ilimitada como Giuditta Pasta, para quien Donizetti escribió Anna Bolena y Bellini Norma, la cumbre del bel canto.
Viajó a Nueva York y rechazó ofertas de la Metropolitan Opera. Sin trabajo aceptó ir a la Arena de Verona en Italia con La Gioconda de Ponchielli y triunfó. Luego abordó a Wagner. En medio de una emergencia, el director Tulio Serafin le pidió hacer Los puritanos de Bellini del bel canto; aprendió el rol en menos de una semana.
Fue Serafin quien se dio cuenta que era ese tipo de cantante desaparecida. Así irrumpió como un huracán; los teatros desempolvaron óperas que desde el XIX no se representaban y que ella cantaba y actuaba, porque era actriz. Desde la Pasta Italia no veía algo así.
Siempre hubo adoradores y detractores. Al principio tenía sobrepeso; en 1953 inició un régimen y tras dos años se convirtió en una mujer de inquietante belleza. Luchino Visconti, el director de cine la refinó como actriz y con su voz, actuación y magnetismo restauró los ideales del drama lírico. Se convirtió en la soprano más famosa del mundo.
Su carrera fue corta, apenas algo más de diez año, suficientes para escribir el capítulo más glorioso de la ópera en el siglo XX.
Callas, la diva
Callas se convirtió en una diva. Cuando llegó a Italia, la reina era Renata Tebaldi, la voz de un ángel según Arturo Toscanini. La voz de la griega, en el sentido tradicional, no era bella, pero sí expresiva, lograba transmitir todas las pasiones, melancolía, ira, odio, venganza, amor, eso de lo que están hechos los grandes personajes de la ópera. El público así lo entendió.
La relación con su madre era conflictiva y rompió lazos definitivamente con ella. Por su dedicación y seguramente por su figura, no tuvo una vida afectiva en su juventud; alguna vez afirmó: Yo nunca fui joven. En Italia la cortejó Giovanni Battista Meneghini, un industrial casi 30 años mayor, tras un breve romance se casaron. Su marido que adoraba la ópera sabía que su mujer era una mina de oro: lo abandonó todo y se convirtió en su representante.
Para Callas la ópera no era un oficio sino una forma de arte. Disciplinada, exigente y puntual, ensayaba a plena voz; la primera en llegar al teatro y la última en abandonarlo. Su severa miopía le impedía mirar al director de la orquesta y lo aprendía todo de memoria; libre de ataduras desplegaba su genio de actriz. Como tenía adoradores y detractores y temperamento, sus presentaciones podían convertirse en verdaderos dramas. Callas no decepcionaba, ni a enemigos ni a admiradores.
Sus honorarios se elevaron y el disco llevó su voz a todo el mundo. En plena auge fue invitada por su compatriota Aristóteles Onassis, el hombre más rico del mundo, a un crucero por el Mediterráneo en su yate; Callas se negó, Meneghini, ambicioso, insistió, ella accedió. A bordo iniciaron un romance y abandonó a su marido, convertida en amante del magnate sobrevino el escándalo. A partir de ese momento sus presentaciones empezaron a espaciarse y entró al mundo de los famosos. Para ese momento la voz mostraba agotamiento. Se despidió definitivamente en 1965 con dos puestas en escena de Franco Zeffirelli, Tosca de Puccini en Covent Garden de Londres y Norma de Bellini, su rol fetiche, en la Ópera de París.
En 1968 Onassis la abandonó para casarse con Jacqueline Kennedy; Callas quedó devastada. Al año siguiente se probó en el cine con Medea de Pier Paolo Pasolini, la cinta despertó expectativas pero no fue exitosa.
En 1973 hizo una gira de conciertos con Giuseppe di Stefano. Recorrieron el mundo entero, la boletería se agotaba en cuestión de horas, pero la voz no era la del pasado, alguien la comparó con las últimas presentaciones de Pauline Viardot en el siglo XIX: La voz era una ruina, pero eran las ruinas de Atenas. Finalmente murió de infarto hace 41 años. A la salida de la catedral ortodoxa de París la multitud ovacionó el féretro como si se tratara de una representación. Así nació la leyenda.
María según la Callas
Lo que ha conseguido Volf es justamente recorrer su trayectoria en sus propias palabras Todo es novedoso, como esa filmación, sin sonido de Medea de Cherubini donde: actúa con tal intensidad que el espectador cree estar oyéndola. También intimiades, como cuando manifiesta que hubiese dejado su carrera con tal de haber tenido un hogar y una familia.
Vale la pena verlo. Incluso quienes como Tom, Volf hace cinco años, nunca han visto una ópera.