Alberto Fernández R.
Especial para El Nuevo Siglo.
No es de química, ni de física. Tampoco es requisito usar bata blanca y lentes protectores. Aun así, el Laboratorio Cano es un lugar privilegiado para la experimentación. El arte se abre camino entre las ciencias.
Aquí los científicos son los estudiantes de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Colombia, quienes durante más de un año han trabajado en este proyecto artístico que muestra sus resultados en una provocadora exposición.
La intención es afectar los sentidos del espectador. Y lo hacen a través de obras inéditas agrupadas en tres líneas curatoriales que se mezclan entre sí: “¡Hágame una obra de arte!”, “Asco y rechazo” y “La paradoja del lago”. Cada una más interesante que la otra.
En “¡Hágame una obra de arte!”, una selección de piezas en diversos formatos invitan al espectador a reflexionar en torno a una pregunta: ¿Qué es una obra de arte? Se trata de un juego ambiguo que busca determinar quién decide la noción de arte en la actualidad.
“¿En qué punto aparece una obra de arte? ¿dónde y bajo qué circunstancias? o ¿es el museo el que hace las obras de arte cuando estos trabajos llegan a sus salas? o ¿es el público el que decide?”, explica Juan Sebastián Testa, curador de esta sección de la exposición.
Algunas de las obras ofrecen experiencias sensibles, como cuando entra Luisa Fernanda López, con su vestido blanco y chaqueta de cuero negro, y realiza su performance Las tres gracias o milagritos. Enciende velas frente a un pequeño altar y pronuncia una oración que más parece un manifiesto contra ciertos males de la vida moderna.
Les pide fuerzas mentales y físicas para ser la mejor mujer, artista y madre. Para ello lanza frases como: “Que el espejo no sea mi peor enemigo. Aleja de mí las intenciones de realizarme cirugías estéticas, de hacer dietas extremas y de hacerme daño” y “No permitas que prostituya mi obra, ni que el ego malsano se apodere de mí”.
En “Asco y rechazo”, se investiga en torno a lo grotesco en el arte. Desde la literalidad de esta noción con obras en las que se escenifican secreciones y funciones biológicas del cuerpo humano, hasta reinventarla en ámbitos como el social y el político.
“Lo grotesco no se enmarca solamente en deformaciones, excreciones, pornografía y cosas por el estilo. Esto se expande hacia muchos otros campos en los que su definición puede llegar a ser más abstracta no atendiendo directamente a relaciones corporales o físicas, sino sentimentales y racionales de las personas”, explica el curador Patrick Jarrin.
Ciertas piezas realmente logran generan ese asco y rechazo que promete el título, como el performance Táctil de Roberto Bolívar, en el que dos cuerpos desnudos alternan movimientos orgánicos y baños con sustancias viscosas alrededor de la sala.
Precisamente, el cuerpo es el punto de encuentro con “La paradoja del lago”. El nombre de esta línea curatorial hace referencia a la historia de la primera imagen que tiene el hombre de sí mismo, cuando ve su reflejo en el agua al tratar de beber en un lago.
“Tiene que ver con la relación de cada artista con la obra, de cómo su cuerpo está involucrado ahí. Pero sin pensarlo en el espacio del performances”, explica el curador Rafael Duarte.
En este tramo es imposible no nombrar las obras de Isabella Lee Arturo, Andrés Felipe Torres y Paula Pedraza Gil.
En Parasomnia, Isabella crea un ambiente surrealista que se debate entre lo aséptico y lo delicado de las 16 camisas de fuerza (hechas en un delgado papel blanco) que componen la instalación. Mientras que en Límites, Andrés Felipe se enfrenta a la escala con dos pinturas que desbordan los marcos y se apoderan de toda una esquina de la sala.
Finalmente, Paula hace que el color estalle con 432 Megahertz. Simple y al mismo tiempo ingeniosa, esta pieza introduce al espectador a un mundo geométrico que cada cierto tiempo cambia radicalmente de color. Valiéndose tan solo de la luz y el movimiento.
Sin lugar a dudas lo que estos jóvenes artistas hacen es ciencia, pero al servicio de la sensibilidad, que podrá verse hasta el próximo 1 de junio en el Museo de Arte de la Universidad. El Laboratorio Cano está en ebullición.