El diestro español, Antonio Ferrera, quien regresaba después de 18 años a la Santamaría, rozó la puerta grande: falló con la espada, pero dejó una gesta en Bogotá. Luis Bolívar dio una vuelta al ruedo y Enrique Ponce por poco manda su traje limpio de regreso a España.
Una tarde de sol, precedida por el fin del Tour Colombia (lo que dificultó el acceso a la Plaza de toros), fue el preámbulo para un festejo que vería al más pequeño en estatura de la terna, crecerse y hacerse gigante, poniendo de pie al público al grito de “torero, torero”. Tres cuartos de entrada en los tendidos de la Santamaría.
Dos ganaderías, tres figuras: Ernesto Gutiérrez y Juan Bernardo Caicedo fueron los hierros con los que se enfrentaron Enrique Ponce, Antonio Ferrera y Luis Bolívar. Aunque solo se cortó una oreja, fue una gran tarde de toros gracias a la electrizante actuación de Ferrera.
Un precioso jabonero de 515 kg. de nombre ‘Artillero’ correspondió a Antonio Ferrera en segundo lugar. Sus lances con el capote fueron de locura. Desde ahí, la plaza se volcó con él. Hubo toreo de verdad, de cerca, con profundidad. Eso, especialmente luego de que el burel le prendiera fuertemente por el muslo y lo mandara por los aires. Con claros gestos de dolor, el matador, quien llevaba una cornada, se resistió a ir a la enfermería. Alex Benavides, su banderillero, le armó un torniquete hechizo y con esto siguió la lidia. Rengueaba, pero insistía. Un pinchazo y una estocada le valieron una oreja (que, de no ser por la espada, eran dos). Recibió su premio y salió directo al quirófano de la plaza donde le atendieron los galenos.
Y cuando se preveía que sería Ponce quien tomaría el lugar de Ferrera, este apareció vestido totalmente de blanco (luego de pasar por una pequeña cirugía) para cerrar la tarde. Fue épico. El torero debería estar en una clínica, pero pudo más su pundonor. Así cuajo una enorme faena que, debido a los fallos con el descabello y un aviso, quedó en una ovación monumental. No fue más (vuelta al ruedo, como mínimo), porque tras concluir su labor, el matador tomó la ambulancia.
Luis Bolívar estuvo en torero, dando lidias correctas, pero se fue sin premio debido a la decisión del presidente del festejo quien desoyó al público. El colombo-panameño conectó con su segundo, quinto de la tarde (se corrió el orden de lidia ante el percance de Ferrera). La afición solicitaba la música, pero el usía se rehusaba a ponerla. Sería este el preámbulo de la negación del trofeo ante una mayoritaria solicitud en la plaza, que cubierta de pañuelos blancos veía cómo el presidente se mantenía inamovible.
En su primero, tercero de la tarde, faltó transmisión y alegría. Una faena correcta, pero sin ese punto de emoción necesario para que se prendiera un poco la magia. Palmas.
Enrique Ponce era la cabeza de cartel. Abrió la tarde ante un hermoso toro de Ernesto Gutiérrez, con el cual se vivió una faena corta, sin mucho más que apreciar que unos bonitos lances con el capote. El astado acusó poca fuerza, no era bravo y sin toro, no hay fiesta.
Con su el jabonero de la ganadería de Juan Bernardo Caicedo, el de Chiva, España, tampoco contó con suerte. Su traje Palo de Rosa y oro por poco se va limpio, solo un pase lo ensució de rojo. Mucho cariño le tiene Bogotá a Ponce, tanto que una división de opiniones de alguien que le pidió al torero acercarse terminó en gresca en los tendidos.
Se llegó así a la mitad de una temporada que, hasta ahora, no tiene puertas grandes, pero sí grandes faenas que no han sido culminadas con buenas estocadas. Sigue la novillada el próximo domingo 23, con toros de la ganadería de Armerías, ahora propiedad del matador Sebastián Vargas.