Luego de que se entregaran los resultados de la prueba PISA, el libro de este profesor entrega una serie de didácticas que ayudarán a resolver los problemas en el aula
Para esta época del año, miles de colombianos de distintas edades enfrentan la frustrante situación de que perdieron el año escolar o el semestre. Padres de familia, docentes y estudiantes ven defraudadas sus expectativas y empiezan a buscar un culpable.
Pero ¿quién tiene la culpa? el profesor, el estudiante, los padres de familia, en fin. En la respuesta intervienen un sinnúmero de variables, pero lo importante, según dicen los expertos, es que después de la rabia, la tristeza o el temor, todos busquen formas de evitar que la situación vuelva a ocurrir.
Fernando Vásquez Rodríguez es profesional en estudios literarios y magister en educación de la Pontificia Universidad Javeriana. Actual director de la Maestría en Docencia de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de la Salle y escritor de El quehacer docente, un libro en donde se encuentra una serie de didácticas para estudiantes adultos de posgrado, lo cual no quiere decir que no puedan ser inspiradoras para otros maestros de diversos niveles educativos, que les dará una luz para enseñar adecuadamente.
EL NUEVO SIGLO: ¿Cómo nació El quehacer docente?
FERNANDO VÁSQUEZ:Surgió de la necesidad de enseñar, del trabajo en el aula, del afán por ayudarles a mis estudiantes, de la reflexión sobre la propia práctica, de investigaciones cotidianas…
ENS: ¿Por qué en su texto se insiste en la didáctica?
FV: La didáctica nos pone de cara a los problemas del aprendizaje, a las estrategias de pensamiento que un educador moviliza, a las técnicas necesarias para aprender y estudiar, al papel determinante de los contextos al momento de aprender, a las variadas y complejas propiedades de la comunicación y la interacción humana.
El educador imbuido de didáctica comienza a sospechar que la suficiencia en un campo del conocimiento sea la condición fundamental para poder enseñarlo; mejor aún, comienza a entender que lo más importante no es saber demasiado, sino contar con las estrategias y el tacto necesario para que otros puedan aprenderlo.
ENS: Buena parte de los textos del libro están escritos a manera de ensayos, ¿por qué?
FV: El ensayo, como lo decía el maestro Alfonso Reyes, es un centauro de los géneros y eso le da una flexibilidad especial, única. Es útil para hacer crítica, para analizar un problema y eso sí que es importante, presentar una tesis personal, para hacer pública nuestra propia voz.
ENS: ¿La calidad de la formación del estudiante es responsabilidad sólo de la institución?
FV: Por supuesto que no. Tienen responsabilidad los padres de familia, la sociedad misma, los medios de comunicación. Deberíamos hablar mejor de una corresponsabilidad de diversos actores en esta tarea de formar a las nuevas generaciones.
ENS: La mayoría de padres de familia y docentes hablan de la dificultad de congeniar con las jóvenes generaciones, ¿qué piensa al respecto?
FV: Tal vez por momentos nos parezcan “bichos raros”, de pronto no comprendamos algunas de sus actitudes o no compartamos determinados gustos pero, a pesar de ello, no podemos olvidar que están en camino, que son seres en tránsito, que sus afanes y sus “irrespetos” son los propios de quienes van o están en la búsqueda permanente.
Pero si claudicamos en esta tarea de acompañamiento, si quitamos nuestro abrazo de apoyo, si les negamos una palabra de confianza y fortaleza, muy seguramente, estaremos atizando los motivos de su desesperanza y su soledad; si nos desentendemos de ellos o los ignoramos, bien poca será nuestra ayuda en ese colaborarles a desenredar las claves del mundo que les ha tocado en suerte y a descubrir el sentido de su propia existencia.
ENS: Parece que parte del problema de la educación en Colombia es el sistema. ¿Qué condiciones mínimas cree que deberían cumplir los modelos de enseñanza?
FV: Creo que deben cumplir con al menos tres condiciones: adaptables al contexto, oportunos a la situación de aprendizaje y variados en su puesta en escena. Ni son estructuras inmodificables, ni pueden inocularse indistintamente. Cada uno tiene su público idóneo y su momento para que rinda los mayores beneficios. Y el buen maestro, el magister, es el que puede darles elasticidad, variarlos, combinarlos, innovar en alguna de sus características, ponerlos a prueba, someterlos a investigación, tal vez en esa sabiduría para elegir el modelo de enseñanza más apropiado y en el tacto para hacerlo circular en el aula es donde radique la experticia de los verdaderos maestros.
ENS:¿Sabemos que le gusta esa idea socrática que fue retomada por Ernesto Sábato en donde emparenta la tarea del maestro con un partero, con alguien capaz de “llevar hacia afuera lo que aún está en germen”?
FV: Así es y me gusta por dos razones. La primera es por el énfasis en conectar o poner en relación un adentro con un afuera: el maestro es un vaso comunicante, una mediación entre lo propio y lo extraño, entre lo privado y lo público. La segunda razón tiene que ver con ese trabajo del maestro sobre una potencialidad: esa labor de orfebre, de artesano del espíritu. En este segundo caso el maestro es agente para que la potencia se convierta en acto, o mejor, “asiste” al otro para que logre ser en plenitud.
ENS: Con la realidad colombiana ¿cómo ser “partero” en la educación?
FV:Yo diría que habría como varias instancias. Se empezaría con unos preparativos en los que cuenta mucho más la actitud, la motivación, la expectativa. Luego una etapa de sensibilización, de adecuación para el futuro parto. Esto es alistar los “implementos”, reconocerlos, saber para qué sirve “cada cosa”, y cuándo hay que usarla. Los preparativos apuntan al logro final. Por eso es necesario dejar de ver la educación como una sumatoria de datos y una práctica de “aprender” de memoria.