Después de Europa y Estados Unidos, ahora es Sudáfrica el país que se ve amenazado por la desaparición de las abejas, indispensables para la polinización de numerosas especies vegetales necesarias para la alimentación humana.
Una epidemia de loque americana (AFB por sus siglas en inglés), una enfermedad bacteriana mortal que afecta a las larvas de abeja, está causando estragos en las colmenas por primera vez en la historia reciente del país, explica Mike Allsopp, agrónomo especialista de abejas en Stellenbosch, a 50 kilómetros de Ciudad del Cabo.
"Es exactamente lo mismo que está ocurriendo en todo el mundo", dice. Antes las abejas "eran menos vulnerables porque no estaban estresadas por los métodos de apicultura intensivos, los pesticidas y la contaminación". Ahora se ven afectadas por "las presiones y el estrés que les imponen los humanos".
Los expertos temen que la enfermedad se propague hacia el norte, para extenderse luego al resto del continente africano, donde la apicultura artesanal es el medio de vida de cientos de miles de personas.
"Es una bomba de relojería. Todas las colonias que he examinado con casos de loque americana han muerto", indica Allsopp.
Brendan Ashley-Cooper se empezó a preocupar cuando en 2009 descubrió la enfermedad en sus colmenas. "Sabíamos que íbamos a tener esta explosión masiva de loque", cuenta este apicultor de Ciudad del Cabo. "No sabía qué hacer, no sabía cuál sería la magnitud de los daños. Solo estaba preocupado por mis abejas".
Seis años más tarde, la pesadilla se ha hecho realidad. Las colmenas caen una detrás de otra.
La loque americana ataca la cresa (conjunto de larvas puesto por la abeja reina), impidiendo así la reproducción de las abejas obreras. Cuando una colmena muere, las abejas de otras colmenas se precipitan para recuperar la miel contaminada, llevándola a sus propios panales y así propagan la enfermedad.
- Programa de acción -
América del Norte y Europa se enfrentan a esta enfermedad desde hace siglos, pero según los científicos, las abejas sudafricanas resistieron hasta ahora especialmente gracias a la gran diversidad de especies de abejas locales. Además, una norma que obliga a irradiar todos los productos de colmena importados a Sudáfrica también evitó la contaminación durante mucho tiempo.
Sin embargo, en 2015 la epidemia ha ganado terreno. "La loque se ha extendido masivamente en los últimos cinco meses (durante el verano austral), ocupando en el oeste del país un territorio de 200.000 km2, donde casi todas las colmenas están infectadas", lamenta Mike Allsopp.
"La enfermedad se extiende rápidamente y seguirá haciéndolo, al menos que una intervención humana consiga controlarla", continúa.
Como en todas partes, las abejas no son solo productoras de miel, sino que son sobre todo indispensables para la polinización de cientos de especies vegetales.
"No podemos permitirnos perder nuestras abejas", dice Allsopp. "No solo por la miel, sino porque tenemos un sector agrícola de un valor de 20.000 millones de rands (1.600 M de dólares, 1.500 M de euros) que depende de la polinización de las abejas".
Según Greenpeace, que lanzó una campaña para salvar estos insectos, alrededor del 70% de los cultivos en todo el mundo -que proveen el 90% de los alimentos consumidos en el planeta- está polinizado por las abejas.
"Tenemos un equipo que trabaja actualmente en un programa de acciones que será anunciado en las próximas semanas", asegura Mooketsa Ramasodi, director del ministerio de Agricultura de Sudáfrica.
El plan del gobierno prevé limitar las autorizaciones para abrir colmenas, informar ampliamente sobre la enfermedad y crear normas más estrictas de gestión de colmenas, así como llevar a cabo análisis constantes para identificar las larvas contaminadas antes de que propaguen la enfermedad a toda la colmena.
El uso de antibióticos para proteger las colmenas, muy controvertido, será utilizado solo "como último recurso", asegura Ramasodi.
Para el apicultor Ashley-Cooper, estas medidas podrían ser insuficientes y llegar demasiado tarde, en un sector agrícola donde la costumbre es no intervenir y dejar actuar a la naturaleza. Un método que hasta ahora había funcionado.