Con ironía sombría, dos largometrajes de ficción de Argentina y Chile estrenados el lunes en el Festival de Cannes ponen la lupa en las tensiones sociales o étnicas subyacentes en ambas sociedades.
Son dos óperas primas, "El verano de los peces voladores" de la chilena Marcela Said, y "Los dueños" de los argentinos Agustín Toscano y Ezequiel Radusky, las cuales compiten por la Cámara de oro.
Said tiene en su haber varios documentales, incluyendo "I Love Pinochet" (2001), "Opus Dei" (2006) y "El Mocito", presentado en el festival de Berlín en 2011. Para su primera ficción eligió un tema político. "El verano de los peces voladores" es una comedia negra sobre las vacaciones de la familia del rico propietario de un fundo en el sur de Chile y muestra el aislamiento social de los invisibles mapuches.
La trama evoluciona junto con el despertar sexual de su hija, que junto a su primer desengaño amoroso descubre el clima de tensión existente con los indígenas que reclaman acceso a las mismas tierras.
"La película es sobre la invisibilidad del conflicto y no sobre el conflicto mismo", explicó Marcela Said en entrevista. "Habla de la falta de diálogo entre dos culturas y la imposibilidad de entenderse" entre mapuches y el resto de los chilenos.
Esa invisibilidad se expresa a través del aspecto sombrío y brumoso del paisaje y de escenas interiores muy oscuras. Un primer flirt de la joven Manena es un pintor de 29 años en la vida real, Guillermo Lorca, que interpreta su propio papel y cuyos cuadros también evocan un clima inquietante.
"Yo empecé a mostrarle mi trabajo en pintura y Marcela Said me dijo que tenía mucha relación con la película, porque también es un trabajo sombrío, con esa paleta de colores", explicó el artista hiper-realista. Según Marcela Said, su intención no era hacer una película ideológica sino "una película de atmósfera, que quiere retratar la tensión política" con los mapuches.
El film presentado en la sección Quincena de realizadores concluye sin tomar partido y sin que se vislumbre una solución al problema. "Hace siglos que esto existe y no se ve la solución", comenta la realizadora.
Said se congratuló de la buena salud del cine chileno, cuyas producciones han alimentado con éxito los programas de los festivales internacionales de los últimos años. "Hay mucho interés por el cine y hay muchos jóvenes haciendo cosas y más películas qué mostrar, hay apoyo del gobierno al cine, no es excesivo, pero existe".
La directora adelantó que prepara otro largometraje de ficción, esta vez "una película con tensión sexual, un drama psicológico pasional, que ocurre entre París, el sur de Chile y Santiago".
El mismo día, en la otra sección paralela del festival, la Semana de la crítica, se estrenó "Los dueños" de los tucumanos Toscano y Radusky, drama social sobre los caseros de una quinta en Tucumán que se instalan en las habitaciones de sus patrones no bien éstos se ausentan.
La acción se complica cuando los dueños se dan cuenta y comienzan a interactuar con el mundo de los peones, a quienes en realidad no necesariamente les interesa tener mayor contacto con ellos. Al final, es difícil saber quién tiene más poder, o quién es más feliz.
"La felicidad que genera lo material en ciertas clases sociales en Argentina, que busca afanosamente mantener cierta apariencia, termina generando infelicidad", comentó Ezequiel Radusky. "Yo siento que son más felices los peones que los patrones", arriesgó.
La sala puntuó con risas la proyección en Cannes, aunque el director confesó que no era esa su intención inicial. "El humor surge de la misma seriedad de las situaciones, opinó Radusky, y eso al público le genera una especie de gracia".
El joven director adelantó que prepara un proyecto cinematográfico sobre un campamento de adolescentes, donde a partir de un juego inocente emergen conflictos que expresan la violencia social subyacente entre los más jóvenes./AFP