El arte del mimo: Marcel Marceau y la fuerza del silencio | El Nuevo Siglo
Foto archivo AFP
Domingo, 13 de Mayo de 2018
Andrés Rivera

QUÉ POTENTE es oír hablar a alguien cuando ha alcanzado su plenitud en el silencio, ¿no es así? Expandir a la vez que profundizar las posibilidades de comunicación humana no es algo fácil de realizar y los esfuerzos de Marcel Marceau, el mimo por excelencia (aseguran muchos), es un claro ejemplo de lo es capaz de lograr una pasión a la que una persona se entrega: una obra de arte que conmueve, inspira, cuestiona y ensordece al mismo tiempo.

Considerado por muchos el mimo más relevante de la historia, Marcel Marceau nace el 22 de Marzo de 1923 en Estrasburgo, Francia. En varias de sus entrevistas comentaba haber sido inspirado desde niño y a través de su juventud por personajes como Charlie Chaplin, Buster Keaton, Harry Langdon, Harold Lloyd y Laurel y Hardy. En 1944 ingresó a la Escuela de Arte Dramático ‘Charles Dullin’ del Teatro Sarah Bernhart de París, en donde se formó con su Maestro de la pantomima Etienne Decroux. Participó en la segunda guerra mundial reclutándose en el primer Ejército de liberación como parte de la campaña alemana junto a las fuerzas estadounidenses. Al terminar la guerra se une a la compañía de Jean Louis Barrault, actor, director y mimo francés con el que trabajó de cerca, también con su Maestro Decroux hasta 1948, para luego emprender su camino fundando su propia compañía y expandiendo sus presentaciones y escuelas de formación por varios continentes, especialmente Europa y Norteamérica.

 

Uno de los giros fundamentales en la carrera de Marceau fueron los años 1947 y 1948, especialmente porque es la etapa en donde crea a Bip, quizá su personaje más emblemático. Bip toma la forma de un payaso melancólico, con el rostro pintado de blanco y ojos, cejas y boca contrastados con pintura oscura para acentuar los gestos. Vestido con pantalones anchos, camisa a rayas y un sombrero alto y arrugado del que salía una flor roja, Bip era un personaje que se movía a través de la fragilidad de la vida, y como lo afirmó el mismo Marceau, su nombre fue tomado del personaje Pip de la Novela Las Grandes Esperanzas del escritor Inglés Charles Dickens. En una de sus entrevistas dijo: “Bip es un Quijote que se bate con los molinos de la vida actual”, y lo hacía de forma tal que utilizando sus ejercicios silenciosos y sus pantomimas se plantaba en escena como un ser sensible, pero a la vez fuerte y crítico que denunciaba a través de su cuerpo  y sus ritmos la miseria y violencia del mundo que experimentaba.

 

Marceau produjo, dirigió y presentó con su compañía de mimos más de 26 mimodramas, participó en programas de televisión y trece películas. También pintó, ilustró y escribió poesía al igual que algunos libros. Algunas piezas representativas de su repertorio son  La caja, Caminando contra el viento, En el parque, El fabricante de máscaras, El jardín público y Joven, Maduro, Anciano y Muerte de la que un crítico dijo: “Él logró en menos de cinco minutos, lo que la mayoría de novelistas no alcanzan en volúmenes”. Algunas de ellas pueden encontrarse en youtube. Una de sus actuaciones más memorables en el cine fue en la película Shank dirigida por William Castle, en donde interpreta dos personajes contrapuestos: uno es un titiritero sordo y el otro, un científico loco y parlante. A través de su carrera capacitó a más de una generación de mimos, actores y bailarines en varios continentes dejando una huella significativa en la industria del entretenimiento al igual que en el mundo del arte y el teatro. Fallece a los 84 años en el año 2007.

           

“Nunca hagas hablar a un mimo, no se detendrá”, dijo Marceau alguna vez. Al oír algunas de sus entrevistas y revisar algunos de sus textos y citas, se entiende por qué las palabras nacidas de la exploración del silencio pueden llegar a ser tan poderosas. En alguna ocasión comentaba sobre el alto grado de concentración que se necesita para ser mimo. Afirmaba que se debe alcanzar un estado en donde logre una visión con una perspectiva tan amplia que la conciencia pueda tener presente lo que se está mostrando al igual que lo que podría percibir el espectador; paralelamente; también se debe percibir el movimiento emocional interno junto a la dosificación del mismo para lograr una buena interpretación. Hacía énfasis en el manejo sutil de la risa y la comedia para no llegar a la caricatura “porque cuando es demasiado es demasiado. Hay que aprender a restringir los gestos y dejar solo lo esencial”, decía.

 

Al ver las interpretaciones de Marceau saltan a la vista elementos evidentes de maestría como su versátil presencia corporal, una alta capacidad de disociación rítmica al igual que una sincronización entre micro gestos y movimiento grueso. Las narrativas de sus pantomimas y la carga emotiva que generan, enmarcadas dentro de las posibilidades del silencio solo permiten imaginar algo de la complejidad del proceso de creación, ensayo, error e introspección para llegar al resultado final. En particular me emociona contemplar la carga emocional de sus gestos, especialmente cuando ya se encontraba en una edad avanzada: "la palabra no es necesaria para expresar lo que se siente en el corazón", sostenía con absoluta convicción.

 

El arte del mimo, o el arte del silencio, como lo concebía Marceau, es un teatro profundo que responsabiliza y exige al cuerpo y a la emoción una máxima dificultad para lograr algo mágico: hacer visible lo invisible a través de ese vehículo limitado que es la propia humanidad. Para este mimo, el mimodrama es toda una gramática en donde el silencio se posiciona como eje y fundamento de un lenguaje que puede llegar a tocarnos por vías que no estamos acostumbrados a explorar.

 

Y así dijo el mimo: “El silencio no existe… En el escenario habla mi alma, y ese respeto al silencio es capaz de tocar a la gente, más profundamente que cualquier palabra”.

 

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