Desde el 22 de agosto de 1920, la ciudad natal Wolfgang Amadeus Mozart ha sido sede de uno de los festivales culturales más importantes del mundo. Digo culturales y no musicales, pues no sólo gira alrededor de la música clásica y la ópera, sino que además tiene un componente teatral muy importante.
Este festival fue concebido e ideado por el director de orquesta y compositor Richard Strauss (diferente a la dinastía Strauss austríaca compositora de los valses y polkas), el dramaturgo Hugo von Hofmannsthal y el director de teatro y cine Max Reinhardt. Estos tres personajes tuvieron la idea de crear un festival en los meses de julio y agosto para promover la paz y la unidad a través de la cultura, en una Europa devastada por la Primera Guerra Mundial. Así, el primer festival comenzó en 1920 con la puesta en escena de la obra de teatro Jederman de Hugo von Hofmannsthal al aire libre y en frente a la catedral de la ciudad, con producción de Max Reinhardt. Esta tradición se mantiene hasta hoy sólo se interrumpió cuando Austria se encontraba ocupada por los Nazis, pues el dramaturgo tenía orígenes judíos.
Sólo hasta 1921 la música se incorporó al festival y en 1922 la ópera se anexó como parte integral del mismo. En ese año, la Ópera Estatal de Viena prestó cuatro producciones de óperas de Mozart para que se representaran en Salzburgo. Este importante hecho puso de presente una necesidad latente de la ciudad: la urgencia por la construcción de un teatro que tuviera las especificaciones técnicas para montar una ópera. Y así fue. Se construyó un teatro, que actualmente se conoce como Haus Für Mozart, espacio en el que inicialmente se ponían óperas el compositor austriaco, pero con el pasar del tiempo se comenzaron a presentar óperas contemporáneas para la época, como Ariadne auf Naxos y la Mujer sin Sombra de Richard Strauss.
En el mismo año (192), se comenzó a usar un escenario que quizá todos recordarán por la famosa escena de la película La Novicia Rebelde (The Sound of Music) en la que la familia Von Trapp se presentó antes de huir del régimen nazi por las montañas austríacas. Ese teatro, al aire libre, con arcos en piedra, conocido como la Escuela de Equitación de la Roca, alberga desde hace casi 100 años, óperas, conciertos y obras de teatro.
A medida que el festival iba adquiriendo prestigio entre la comunidad musical y artística de Austria y de Europa, comenzaron a ser parte de la organización y de los eventos, grandes directores de orquesta como Wilhelm Furtwängler, Karl Böhm, Clemens Krauss, Arturo Toscanini entre muchos otros. Paralelo a esto, la Filarmónica de Viena encontró en Salzburgo su residencia de verano y desde entonces es la responsable de los principales conciertos sinfónicos y óperas.
Llegó la década de los treinta y con ella, la guerra. El festival no fue ajeno a esto y por eso a raíz de la ocupación nazi, tanto la organización como los integrantes sufrieron cambios, pues muchos tenían orígenes judíos, comenzando uno los fundadores, Max Reinhardt quien murió en el exilio en 1941. Así, la organización sólo permitía obras y producciones que estuvieran dentro de los parámetros permitidos por los nazis, pues consideraban que había arte permitido y arte prohibido, una barbaridad en todo el sentido de la palabra. Esto obligó a la reducción sustancial del programa del festival, llevándolo a su cancelación en 1944, por decisión del ministro de la propaganda, Joseph Goebbels.
Las actividades del festival se reanudaron en agosto de 1945 con una presentación de Jederman, apenas meses después de terminada la guerra en Europa. Con esto se reafirmó una vez más las razones de su existencia, pues 26 años después de finalizada la Primera Guerra Mundial, la música, el teatro y la cultura buscaron reunir al mundo después de uno de los periodos más sangrientos que ha registrado la historia.
A partir de ese momento comenzó otraetapa, pues se anexaron nuevas óperas, se exacerbó el estudio por las obras no tan conocidas de Mozart, se abrió una tímida posibilidad para el estreno de óperas y obras contemporáneas. En otras palabras, el festival comenzó a recuperar todo el tiempo perdido por culpa de la guerra.
En 1957 el director salzburgués Herbert von Karajan asumió la dirección musical y artística del festival hasta 1988. Introdujo grandes reformas tanto estructurales (se construyó la Gran Casa de los Festivales, inaugurada en 1960 con una producción legendaria del Caballero de la Rosa de Richard Strauss) como de contenido, pues además de incluir a la Filarmónica de Berlín como la segunda orquesta más importante del festival, se redujo considerablemente el estreno de música contemporánea. La razón de esto último se debía a que Karajan sólo grabó y dirigió música anterior a 1945, con excepción de la décima sinfonía de Dmitri Shostakóvich y Trionfi de Afrodite y De Temporum Fine Comoedia de Carl Orff. Actitud muy cuestionada por muchos músicos y compositores.
A raíz de la muerte de Karajan, apenas días antes del inicio del festival de 1989, comenzaron a darse cambios que significaron una redirección en cuanto a contenido, pues se abrieron las puertas de par en par, para que compositores que por las consideraciones y gustos musicales de Karajan habían quedado por fuera. Fue así como en 1992 se dio el estreno de la gran ópera San Francisco de Asís de Olivier Messiaen y con posterioridad a eso se permitió que compositores que estaban en el centro de la música contemporánea pudieran hacer parte de ese sueño iniciado en 1919. Este hecho se mantiene.
El festival, demostrando su solidez y manteniéndose fiel a sus orígenes, evoluciona todos los años. Prueba de esto son las celebraciones imborrables, como la llevada a cabo en el 2006, cuando para la celebración de los 250 años del nacimiento de Mozart se montaron sus 22 óperas, además de los otros eventos que tradicionalmente hacen parte de la plana del festival (teatro y conciertos). Un hecho sin precedentes en el medio musical y operístico, pues literalmente montaron una temporada de ópera para un lapso de apenas mes y medio. En el 2013 y para celebrar el bicentenario de dos pesos pesados de la ópera, tuvo como protagonistas a Giuseppe Verdi con Don Carlo y a Richard Wagner con los Maestros Cantores de Núremberg, ópera no se ponía en escena desde la década de los treinta y que por su contenido nacionalista y alemán era ampliamente aprobada por los nazis.
Luego de revisar el proceso histórico y de formación de este espacio, se puede afirmar sin ningún tipo de reparos, que el festival se encuentra más fuerte y vivo que nunca. Desde el primero de agosto, con una reducción considerable de la programación debido a la pandemia del Covid-19 y contra toda clase de pronósticos y apuestas en contra, se está llevando a cabo la celebración con público del centenario.
Para esta oportunidad, la programación está dedicada en gran parte a la obra de Beethoven, conmemorando sus 250 años de su natalacio, junto con tradiciones infaltables, como son Jederman Hugo von Hofmannsthal, Elektra de Richard Strauss, Cosi fan Tutte de Mozart y conciertos con las filarmónicas de Viena y de Berlín. Con esto, indudablemente el Festival de Salzburgo está confirmando, por tercera vez en su historia, la importancia que tienen la música y la cultura en épocas de crisis.