A lo largo de los años Bogotá se convirtió en un enorme lienzo para los arquitectos, quienes pusieron en práctica las ideas innovadoras de los movimientos artísticos que surgían para revolucionar al mundo, junto a sus mejores conocimientos provenientes del extranjero.
Fue así como edificios, iglesias y teatros de estilos variados lograron desarraigar la gran influencia española de las construcciones y dar paso a nuevas formas en la capital que hicieron de ella una diversa obra de arte.
Art nouveau en el Teatro Faenza
Bajo la insignia de crear un arte nuevo, joven, libre y moderno, nació a finales del siglo XIX el “art nouveau”, también conocido como “modernismo” en España, el cual se caracterizó por darle valor a lo artesanal sin renunciar a los avances industriales, que buscó democratizar el arte, haciéndolo accesible a toda la población.
En su estética se evidencia una gran inspiración en la naturaleza, las formas orgánicas, las curvas y la asimetría, optando por la complacencia de los sentidos, que se vieron reflejados en todas las expresiones intelectuales: la pintura, la escultura, la música, la literatura y, sobre todo, la arquitectura.
Aunque su origen es francés, no tardó en llegar a Bogotá con la icónica construcción del teatro Faenza, la única en la capital de este tipo que fue creada en 1924 por el arquitecto Arturo Tapia y el ingeniero Jorge Antonio Muñoz, dando a la ciudad un aire de elegancia.
El teatro, que por varios años fue lugar de encuentro de las grandes figuras capitalinas que se reunían entorno al cine, la ópera y la zarzuela, vivió épocas de miseria y abandono, las cuales fueron superadas con su rescate emprendido por la Universidad Central que salvó su imponente estructura, los detallados murales y la imponente fachada diseñada en aquel innovador estilo.
Neogótico en la Iglesia de Lourdes
Para rescatar la complejidad, la novedad y la irregularidad de su antecesor de la Edad Media surgió el neogótico en Inglaterra, durante la segunda mitad del siglo XVIII, el cual fue relacionado con el romanticismo y el nacionalismo.
Su marcado estilo se destaca por su énfasis en la verticalidad, compuesto de arcos puntiagudos, bóvedas de crucería, tracerías en ventanas, pináculos y agujas, con paredes de largas arcas.
Países como Alemania y Francia fueron testigos de este movimiento que, a pesar de su breve periodo, se expandió gracias a los conocedores de esta corriente que levantaron en varias partes del mundo, maravillosas estructuras de este tipo como la Iglesia de Lourdes.
Este templo, considerado como la primera iglesia neogótica de Colombia, fue construido en 1874 por el arquitecto Julián Lombana a quien se le hizo el encargo de realizar en la capital colombiana una réplica de la famosa iglesia de Lourdes en Francia.
Para la versión nacional se construyeron monumentales espacios interiores, una torre cuadrangular que remata la fachada, arcos de ojiva y ornamentaciones en las cornisas, elementos característicos del movimiento.
Art deco en la Biblioteca Nacional
París fue la cuna de este movimiento artístico funcional modernista y elegante, que nació a comienzos del siglo XX y tuvo su mayor auge en los años 20 y 30, influyendo en las artes decorativas y visuales como la arquitectura, el diseño gráfico, la escultura, el cine, la moda y la pintura.
Con su característico estilo clásico, simétrico y rectilíneo, se extendió por toda Europa, llegó al territorio estadounidense y ahondó en Suramérica, siendo la inspiración para la renovación de obras icónicas de Bogotá como la Biblioteca Nacional.
Este lugar, construido en 1777, está registrado como la primera biblioteca pública del continente americano. Sus restructuraciones y la nueva sede que hoy se conoce, estuvieron a cargo de Alberto Wills Ferro, el arquitecto bogotano que en 1932 planteó esta obra tras estudiar cuidadosamente la construcción y el funcionamiento de grandes edificios del mundo destinados a tal fin, como las modernas bibliotecas de Alemania.
En su propuesta dio prioridad a la necesidad que se tenía de una biblioteca moderna, adaptando así la tradición arquitectónica, pues el art deco fue el estilo bajo el cual se construyó la obra en la que se conjuga una composición simétrica en planta y en volumen, con detalles ornamentales propios de esta corriente.
Neoclasicismo en el Capitolio
Para confrontar los excesos del Barroco, el neoclasicismo vio la luz a mediados del siglo XVIII. En sus principales ideas se destacaron la reanudación de los estándares de la antigua Grecia y Roma, buscando el equilibrio, la proporción y la armonía en el arte.
Se basó en el concepto de belleza fundamentado en la pureza de las líneas arquitectónicas, la simetría y las matemáticas, empleado elementos básicos como las columnas, los frontones, las bóvedas o las cúpulas, dando vida a impresionantes estructuras como el Capitolio Nacional.
Esta edificación, resaltada a nivel mundial por su imponente construcción, estuvo en su comienzo a cargo del arquitecto Thomas Reed en 1847. Más de 30 años después fue continuada por Francisco Olaya, luego seguida por Pietro Cantini y Antonio Clopatofsky, para finalizar concretamente en 1926, considerándose como la mejor obra de este movimiento artístico en Latinoamérica.