La música, que posee un lenguaje universal, es explorada por los integrantes de Azul Ilusión, la agrupación de la capital antioqueña compuesta por personas con discapacidades cognitivas, sensoriales y motoras, quienes ven en esta disciplina una oportunidad para demostrar su fortaleza y talento.
En el barrio Prado en Medellín, donde está ubicada la sede de la Corporación Artística Azul Ilusión, a partir de la cual se formó este grupo que ha llevado su música hasta Córdoba, Argentina, ensayan un repertorio que incluye canciones con mensaje como ‘Celebra la Vida’ o ‘La Vida es un Carnaval’, además de temas navideños y bailables.
Pilar Pérez Restrepo, profesional en percusión sinfónica de la Universidad EAFIT, es la directora de la corporación y la cabeza de un proyecto que tiene a la inclusión como bandera.
“Hay gente que piensa que ellos no van a ser capaces de tocar, pero la música es otra cosa. Ahí no existe la discapacidad”, añadió Pérez a la agencia EFE.
La historia se repite en cada presentación: “Un impacto en el público” que ve subir al escenario a personas con bastones y unas “características especiales” que minutos después despejan cualquier duda con energía, inspiración y calidad musical.
Según la directora, los espectadores se encuentran con un grupo que además de “despertarles un montón de sentimientos les trae felicidad y baile”.
Con corazón y sin límites
Juan David, con discapacidad múltiple (invidente y de tipo cognitivo) ha evolucionado desde su ingreso en 2007, año de la fundación de Azul Ilusión a partir de la unión entre una música y una educadora especial que surgió como un proyecto de enseñanza basado en pedagogías musicales.
“Me han enseñado a tocar el piano y a cantar. Lo disfruto. La gente dice que lo hago bien”, señaló el joven, quien tiene a ‘Mi Verdad’ de Maná y Shakira como canción favorita y le pone su dulce voz al clásico ‘Feliz Navidad’ por estos días.
Como compañera tiene a Natalia Gómez, de 21 años, la otra vocalista de la agrupación que atrapa al público con su personalidad alegre y arrolladora, como ella misma se describe, pues le transmite vitalidad con cada una de sus interpretaciones.
‘La música es pasión y alegría’, comentó Gómez, también invidente y con condiciones asociadas que no han limitado su desarrollo artístico y mucho menos el sueño de hacer muchos conciertos.
Bongó, batería y timbal están a cargo de David Pérez, el percusionista de la agrupación que para su maestra desvirtúa algunos conceptos sobre el síndrome de Down, pues su capacidad “sorprende en cada ensayo y concierto”.
Como comentó Pérez, el joven además de ser muy musical, muestra en el escenario sabor y sangre negra que prueba que en el arte no hay límites sino puertas que ha abierto cada miembro de Azul Ilusión.
Artistas reales
Para la corporación, que se ha fortalecido con la asesoría de Interactuar capacitando a su directora en temas administrativos, el propósito es desarrollar el talento artístico de sus miembros y abrirles espacios de inclusión laboral desde las artes.
“Nuestra idea es que los vean como artistas y no como ‘hay pobrecitos, qué pesar’. Que sienta que (el grupo) se escuchan bien”, afirmó Pérez.
En ese sentido, la percusionista aseguró que pone a disposición de sus alumnos lo aprendido en la academia para trasladar esa exigencia que todo músico debe tener para lograr progresos y conseguir calidad artística.
Esa disciplina ha dado frutos al conseguir participar en un festival de talentos especiales en Argentina y recibir un premio de la alcaldía de Medellín para realizar conciertos de sensibilización en una iniciativa de paz en la ciudad.