¿Cuba o Estados Unidos en Cartagena? | El Nuevo Siglo
Miércoles, 15 de Febrero de 2012

1. Descargar toda responsabilidad en OEA

Sin duda alguna se trata de la decisión más salomónica que podría tomar Colombia, puesto que al ser el pleno del ente continental el llamado a definir si Cuba puede o no asistir a la Cumbre de las Américas, el gobierno Santos esquiva entrar en polémicas directas con Washington o con los países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), encabezados por Venezuela y Ecuador. Colombia está claramente en una posición incómoda en donde no puede poner en riesgo su relación con el principal aliado (el gobierno Obama) pero tampoco la reconstrucción ya muy adelantada de su interacción con los gobiernos Chávez y Correa. Preservar esos dos canales abiertos es más importante que el mismo éxito de la Cumbre, el cual depende, quiérase o no, de la presencia allí de líderes como Obama o el mismo Chávez.

El riesgo

Dejar en manos de la OEA la decisión de invitar o no a Cuba es una apuesta riesgosa a un portazo al régimen Castro, pues los Estatutos del ente continental son muy claros en cuanto a que ese país no podrá reintegrarse al circuito interamericano hasta cuando las garantías democráticas imperen allí. La negativa a Cuba implicará, muy seguramente, la automática ausencia de Chávez, Correa, Daniel Ortega y Evo Morales. Ello, más allá de profundizar el pulso geopolítico de la última década, constituiría una muerte anunciada para la próxima Cumbre y un golpe a la OEA como su ente instrumentador, al tiempo que no pocos de esos gobiernos de izquierda criticarían el flojo y pasivo papel jugado por Colombia como nación anfitriona y señalarían su reiterada dependencia de los designios de la Casa Blanca.

 

2. Maniobrar para ser árbitro geopolítico

Colombia fue fundamental para la solución de la crisis política en Honduras tras el golpe de Estado a Manuel Zelaya. También fue destacada su reacción en el caso de la intentona golpista en Ecuador. Igual fue determinante su participación para que tanto la Unasur como la CELAC no se radicalizaran en la izquierda recalcitrante que querían imponer Chávez y compañía. También logró el gobierno Santos distensión rápida con Venezuela y Ecuador y hasta apoyo latinoamericano para un puesto en el Consejo de Seguridad de la ONU y ahora el respaldo a la candidatura del vicepresidente Garzón a la OIT. Incluso se recuerda una leve mediación entre Israel y Palestina. Al gobierno Santos le gusta la diplomacia y geopolítica de alto vuelo y podría ver en esta difícil coyuntura Cuba-EU una oportunidad de oro para buscar consensos con los distintos gobiernos del hemisferio y encontrar una fórmula que permita tener a Cuba en la Cumbre, así no fuera en calidad de “invitado oficial” y que ese escenario sea utilizado para pedir a Castro una verdadera apertura democrática.

Riesgo

No acudir directamente a la OEA es complicado. Chávez, Correa y compañía son críticos del ente continental y principales impulsores de la creación de entidades subregionales que excluyan a la Casa Blanca o estén ajenas a su influencia, como la misma ALBA, la de Comunidad Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que excluye a EU y Canadá, o el direccionamiento inicial que le quisieron dar a la Unión de Naciones de Suramérica (Unasur). Colombia, por el contrario, como quedó evidenciado en la crisis con Ecuador por el caso Reyes o las tensiones con Venezuela, tiene en la OEA un escenario favorable que no puede ni debe debilitar, más aún teniendo allí el respaldo de EU.

 

3. Convencer a la ALBA de asistir pese a todo

Estados Unidos sabe que si la decisión se consulta directamente con la OEA, los Estatutos de ésta impiden en un alto porcentaje que Cuba pueda ir a la Cumbre. El gobierno Obama está consciente de que su posición será la causante de la muy posible ausencia de los líderes de la ALBA en Cartagena. Sin embargo, mostrar más flexibilidad frente a La Habana o Chávez en plena campaña reeleccionista, pondría a Obama en la mira de los republicanos. Por lo tanto, la Casa Blanca no admitirá ningún lobby a favor de Cuba, sea de quien sea, y menos de un aliado “natural” de Washington como Colombia. Los países del llamado “socialismo del siglo XXI” saben que Washington no dará su brazo a torcer, pero también deben ser conscientes de que no ir a la Cumbre es dejarle todo el escenario a EU. Bogotá podría aprovechar esa circunstancia para convencer a la ALBA de ir a Cartagena y allí, como bloque subregional, dejar sentada su posición oficial frente al tema cubano e, incluso, someter a consideración de los 33 Gobiernos asistentes que el Gobierno de la Isla sea invitado a la próxima Cumbre.

Riesgo

Si hay algo a lo que la Casa Blanca no se expondrá es a un desplante político (con el correspondiente eco mediático) por parte de la ALBA, más aún conociendo la singular personalidad de Chávez o la beligerancia verbal de Correa, Ortega o Morales. No es sino recordar el incidente años atrás con el rey de España por sus críticas a José María Aznar. En ese orden de ideas, a Obama le gustaría más un escenario con la ausencia de los presidentes ‘antigringos’ o, en su defecto, podría cancelar o hasta limitar su presencia y protagonismo en la Cumbre o derivar muchas de las actuaciones de fondo en algún alto cargo del Departamento de Estado, quitándole así brillo al evento en Cartagena.

 

4. Proponer otro plan a Cuba a mediano plazo

Está visto que la asistencia del régimen cubano a la Cumbre se tornó en un pulso geopolítico en donde Colombia quedó en la mitad. Pero también que la posición de EU de seguir vetando a la Isla en el pleno de la OEA cada día tiene menos eco externo. La mayoría de los países latinoamericanos quiere que La Habana vuelva a ocupar un escaño en el pleno continental y que sea desde allí que se pueda presionar o convencer al régimen Castro de cumplir los mandatos de la Carta Democrática. En ese orden de ideas, bien podría Colombia aprovechar la actual coyuntura para proponer un plan que trascienda la Cumbre y que se convierta en una especie de hoja de ruta para el reintegro a mediano plazo de Cuba a la OEA. De esta forma la asistencia o no del régimen isleño a Cartagena pasaría a un segundo plano, casi doméstico. Si Colombia llegara a convertirse en el arquitecto del reingreso de La Habana al principal ente continental, en lo que no sólo tendría el apoyo de la ALBA sino de pronto un respaldo condicionado de Washington, se anotaría un hit diplomático de muy alto vuelo.

Riesgo

El problema de esta opción radica principalmente en que el régimen castrista ha dado evidencias de que la apertura democrática que viene prometiendo desde el recambio de Raúl por Fidel no responde a las exigencias que plantea la Carta Democrática y mientras ello no ocurra no habrá plan a corto, mediano o largo plazo que sea aceptado para abrir camino a que Cuba se siente de nuevo en la OEA, más aún cuando prefiere un escaño en la ALBA o la CELAC, en donde no hay prerrequisitos de ingreso.