Surgen incertidumbres en España tras la nueva convocatoria electoral. Por una parte, si el preacuerdo alcanzado por el PSOE y Unidos Podemos lograr atraer a otros partidos con el fin de conseguir una mayoría suficiente que permita sumar apoyos de cara a una investidura de Pedro Sánchez. Por otra parte, qué opciones le quedan al centro derecha español ante este preacuerdo y qué posibilidades tendría de perdurar en el tiempo.
Como se viene diciendo, tanto Pedro Sánchez como Pablo Iglesias han ganado, a su vez perdiendo. No se logró el respaldo que predecían las encuestas al Sánchez perder dos escaños e Iglesias siete. Con todo, el sistema de formación de gobierno en España exige unas mayorías que están muy lejos de los escaños que suman ambas formaciones, obligando a Sánchez a buscar el apoyo de una amalgama de partidos regionalistas y nacionalistas, algunos claramente partidarios de “romper” España, o con ex miembros de ETA al frente, como es el caso de Arnaldo Otegui, coordinador general de EH Bildu. La siguiente pregunta es ¿a cambio de qué estos darían su respaldo a Sánchez?
La situación es delicada. Ahora se le critica a Sánchez porque “para este viaje no hacían falta alforjas”, en el sentido de que ahora está aceptando sin condiciones una oferta de UP que rechazó tajantemente antes, como es dar a Pablo Iglesias una vicepresidencia del gobierno. Se están poniendo sobre la mesa cuestiones que no tendrían encaje en un Estado de Derecho como el español, como el derecho a la autodeterminación (no contemplada en la Constitución) o la amnistía para los políticos del proceso, condenados el pasado octubre por el Tribunal Supremo. Se habla de una crisis institucional en España. Porque, sí o sí, para que Sánchez pueda formar gobierno deberá contar con el apoyo explícito (votando a favor) o implícito (absteniéndose) de ERC, esto es, los independentistas que aspiran romper el país.
Mientras tanto, el PP de Pablo Casado se debate entre ofrecer una “abstención patriótica” al PSOE para que no pacte con UP ni independentistas, o hacer oposición mientras dure este gobierno “Frankenstein” como se le conoce comúnmente en España. La primera de las opciones dejaría cancha libre a Vox para que se erija como principal partido de la oposición. La segunda de ellas permitiría poner en marcha un gobierno que despierta demasiados recelos en el mundo empresarial, entre otros, pudiéndose, a la postre, responsabilizar a Casado por no haber hecho nada ante el desastre que se avecinaba. Hay una línea dentro del propio partido que plantea ofrecer una propuesta tripartita que integre a Vox, Ciudadanos y PP para formar un gobierno de gran coalición. Si fuera esta la opción final de Casado, lo idóneo sería que lo planteara cuanto antes para evitar que el más que probable portazo de Sánchez le ocasione el menor daño posible. Es, sin duda, un dilema de difícil solución, sobre todo, teniendo en cuenta que su liderazgo en el partido sigue lejos de consolidarse.