El palo no está para cucharas. Esa es la conclusión a la que se llega después de leer el comentario del presbítero Rafael De Brigard, cuando diagnostica que “Muchas personas sin brújula existencial”, vaticina que “el sistema no está funcionando” y, en consecuencia, “existe la tentación de la respuesta emotiva, no pensada, quizás rabiosa”. Es la respuesta que dio el pueblo colombiano cuando le preguntaron si quiere la paz y triunfó el No, porque las gentes exigen para que haya paz que se satisfaga el instinto de venganza acuñado en el derecho penal: “Ojo por ojo diente por diente”. Y esa misma es la explicación al resultado electoral del imperio. Se impuso el ánimo de guerra que una población “blanca” anida en su inconsciente colectivo.
La astucia del señor Trump consistió en descubrir, posiblemente de manera intuitiva, el resentimiento de muchos de los ciudadanos del imperio que se sienten arruinados individualmente por la globalización que les ha minado su natural ego y la figura del demagogo pastor le estimuló a su rebaño: resentimiento por el triunfo de Obama; la invasión de “inmigrantes” denunciada hábilmente; la crítica a la paz con Cuba. Estos mensajes y otros de la misma esencia alimentaron el instinto primario de la condición humana y por esa razón se impuso esa alternativa futura.
El triunfo de esa peligrosa y amenazante personalidad no tendría por qué preocupar sino fuera porque ese intercambio de impulsos y emociones individuales y populares se encuentra en un caldo de cultivo mundial que coloca a la humanidad en la cuerda floja. La historia tiende a repetirse.
No cabe duda de que el ánimo beligerante y populista del “Tío Rico”, respaldado por una población desesperanzada y ansiosa, enfrentado a pueblos que sufren crisis de armonía y rabia, es un detonante que en cualquier momento puede disparar el proyectil que, como ocurrió con el atentado al archiduque Francisco Fernando de Habsburgo, en Sarajevo, sirvió de disculpa para que se desencadenara el conflicto retenido durante 25 años y estallara la primera guerra mundial.
El pronóstico no es pesimista. Se trata de constatar la historia de las guerras y concluir su necesidad. El descontento que deprime a la población mundial y la rivalidad latente entre los detentadores del poder son dos situaciones inocultables que no tendrán una solución amable y mucho menos ahora cuando este “trumpetero” ha tocado la diana para que se despierten las tropas que sus asesores han dirigido durante tantos años. Recuérdese que en la filosofía militar no impera la fuerza de la razón sino la razón de la fuerza.
Hay que reconocer que desde hace varios años impera la guerra fría y que Obama ha hecho esfuerzos por aliviarla, pero que en la oscuridad del planeta hay fuerzas perversas encadenadas dispuestas a revelarse contra el imperio y si el imperio se debilita con un conflicto interno ganarán los pescadores que aprovechan el río revuelto.