ES indispensable convocar un gran acuerdo nacional por la confianza. El Ejecutivo y el sector privado deberían liderar ya un proceso de recuperación del optimismo en el país.
Hace cinco días que volvió a Roma el papa Francisco y nos dejó huérfanos de su lenguaje cercano y conmovedor.
Para devolverle tanto compromiso pastoral y de fe en Colombia no podemos ser inferiores a su mandato: alzar vuelo alto, dejar de volar rastrero y reencontrar el camino del progreso social con equidad, inclusión y redistribución.
El carismático Francisco nos dejó varias tareas empezando por la de ser ambiciosos en el progreso social muy por encima de ambiciones particulares y viejas conductas dominantes.
Nos invitó a untarnos de rebaño, de fango, a oler a ovejas. Significa que es buen tiempo para el nuevo comienzo de una sociedad más justa, equitativa, solidaria, cercana y progresista con el amparo a los menos favorecidos.
Cuando el sumo pontífice nos recalcó importancia de no renunciar a la esperanza, a la alegría, a ser cada día mejores soñadores; le planteó al establecimiento ponerse al día con los olvidados, con los niños y ancianos pobres, con las regiones alejadas de la mano del Estado, con la salud, la educación, la vivienda digna, el empleo y el ingreso justo.
Nos involucró a todos a seguir nuestros mejores ideales con fe, certidumbre y gratitud. Dar sin esperar recibir. Creer que es posible mejorar. Dar el primer paso que equivale a empezar a andar el nuevo camino del desarrollo económico, cultural y político.
Nos abrió ventanas a la paz, empezando por el desarme de nuestros espíritus belicosos. Nos mostró puertas de reconciliación y misericordia, sin la cizaña del odio, la envida y el egoísmo.
Debemos entonces responderle al sucesor de Pedro con valentía y decisión. Adoptando medidas audaces e inmediatas que apunten al bienestar de las poblaciones más ignoradas, de quienes hoy carecen de techo propio, de un trabajo y de un sustento para llevar pan a la mesa.
Cuando se refirió a una nación justa y cercana, solidaria y dispuesta a dar lo mejor, nos abrió también caminos de encuentro hacia el país que debemos construir con enfoque social, asistencia a los más pobres, a quienes viven en la línea gruesa de la pobreza.
Sería en vano tanto entusiasmo y palabras de reparación del papa Francisco si no emprendemos ya un gran pacto para volver a creer.
Recobrar la confianza en el Gobierno, en la clase dirigente, en los políticos, en la religión y en los empresarios.
Y para recuperar la credibilidad en el Estado es preciso actuar con mano firme y generosa. Firme contra los corruptos, los narcotraficantes, los bandidos, los delincuentes, los depredadores del gasto que se esconden tras el antifaz del servicio a los demás.
Generosos con la economía colombiana para que empresarios vuelvan a crear puestos de trabajo, para que se abran más negocios, para que lleguen nuevos microempresarios, para que las familias salgan otra vez de compras, los niños sonrían y nuestros viejos terminen con dignidad.
Un acuerdo nacional que brinde esperanza a los hogares. Para creer que es posible un mejor y nuevo comienzo.