LA LIBERACIÓN DE RAMÓN CABRALES
El proceso con el ELN
EL PASADO 23 de marzo, día de la liberación de Ramón Cabrales, me encontraba en Ocaña visitando a amigos y parientes. Al final de la tarde de ese día recibí información en el sentido de que Ramón iba a ser liberado esa noche y que sería entregado a una pequeña comisión encabezada por el diligente obispo de la región, monseñor Gabriel Ángel Villa. Inmediatamente me trasladé a la residencia de su padre, el médico Manuel José Cabrales, en donde ya se encontraba un número significativo de coterráneos acompañando a la familia Cabrales en espera del regreso de Ramón.
Sobre las 8 p.m. circuló una foto tomada con un celular en la que aparecía Ramón acompañado de algunos religiosos que esperaban al obispo, quien debía recibirlo formalmente en una población cercana a Ocaña. A eso de la 9:30 pm llegó monseñor Villa con Ramón Cabrales. El obispo dirige unas palabras a los presentes, luego de lo cual tuvimos oportunidad de saludar a Ramón, quien lucía muy delgado y visiblemente afectado por los más de seis meses de cautiverio. La ciudadanía recibió con alborozo su regreso a la libertad.
Lo preocupante del feliz desenlace de este episodio es que no hubiera sido el producto de un gesto humanitario del Eln para marcar el inicio de las conversaciones entre ese grupo armado ilegal y el Gobierno. Después se supo de la liberación de un miembro de la fuerza pública y de un exgobernador del chocó.
Como han sostenido diferentes analistas, las características que identifican al Eln son muy diferentes a las de las Farc. Por ello, salvo episodios aislados y algunas acciones adelantadas en el marco de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar, no pudieron actuar de manera conjunta. Se ha dicho que el Eln en sus comienzos era más un proyecto ideológico encarnado por la juventud universitaria influida por el modelo cubano y no ha tenido la estructura de un ejército.
Por consiguiente, no van a ser fáciles las conversaciones. El Eln fue la organización armada ilegal que más propugnó por la adhesión del Estado colombiano al Protocolo II, Adicional a los Convenios de Ginebra, que rige los conflictos armados internos, aduciendo la necesidad de humanizar la confrontación armada. Pero, desde la expedición de la Ley 171 de 1994, que lo incorporó al ordenamiento jurídico interno, el Eln no asumió un compromiso ético rotundo de respetar las normas protectoras de la población civil.
Por otro lado, el Gobierno debió asimilar su propia experiencia en las conversaciones con las Farc y haber exigido un cese de hostilidades verificable. Dialogar en ese escenario trae muchos inconvenientes.
Recordemos que el Eln adelantó conversaciones con el gobierno anterior en La Habana y, si mal no recuerdo, lo que interrumpió los diálogos fue el punto relacionado con una eventual concentración de la tropa. Nos parece que el nuevo proceso debía comenzar por donde fue suspendido el anterior. Lamentablemente en Colombia tenemos una visión lineal de la historia y los procesos sociales que no nos permite regresar atrás, aprovechar lo positivo y aprender de los propios errores.