Obstáculos para la paz
EN días pasados el Gobierno nacional anunció el inicio del proceso de paz con la guerrilla del Eln a la vez que dio a conocer algunos de los puntos pactados para el desarrollo del mismo y señaló que ambos procesos se encontrarían en el instrumento jurídico que se establezca para someter a la refrendación de los colombianos los pactos alcanzados tanto con las Farc como con el Eln.
Tan importante anuncio conlleva una serie de retos producto de las diferencias existentes entre ambas guerrillas y a las que ya me referí en mi artículo anterior, pero además generan una serie de interrogantes que planteó a continuación. En primer lugar, parece difícil imaginar que los diálogos que anuncia el Gobierno puedan culminar para el mismo momento en que finalmente las Farc firmen su acuerdo, siempre que como bien sabemos las conversaciones de La Habana llevan unos cuantos años de ventaja y por otra parte para el Eln el Gobierno es solo uno de los interlocutores válidos ya que siempre ha reclamado a la sociedad civil como parte fundamental de los acuerdos. En segundo lugar parece muy probable que la guerrilla de las Farc plantee ampliar los puntos de la agenda de La Habana, pues el anuncio de inicio de conversaciones con otro grupo armado puede modificar o afectar los puntos acordados y con mayor razón si se espera que ambos procesos sean refrendados en el mismo instrumento, lo que conlleva a que necesariamente se dilate la firma definitiva del acuerdo de terminación del conflicto armado con las Farc.
Como tercera duda aparece la de cuál ha de ser la fórmula definitiva que permita al Estado recuperar el monopolio de las armas y evitar que en el caso del Eln, donde no existe un poder centralizado, se generen fisuras que terminen con la aparición de nuevos subgrupos que continúen al margen de la ley. Otro interrogante que no podemos olvidar y que plantean ambos procesos tiene que ver con cuál ha de ser la fórmula pactada para encontrar una salida política al conflicto que concilie posiciones y apacigüe las críticas de la ciudadanía, pero que a su vez mantenga el necesario equilibrio entre verdad, justicia y reparación necesarios en el reconocimiento de las víctimas del posconflicto y vital para que los acuerdos sean exitosos y duraderos.
Y para terminar surge la gran pregunta de qué tan avanzado está el tema de seguridad y lucha contra el flagelo del narco-paramilitarismo, pues los hechos protagonizados por el Clan Úsuga en días pasados no sólo amenazan la vida y seguridad de los ciudadanos, sino que ponen en peligro un punto clave en las agendas de negociación, como lo es garantizar por parte del Estado la seguridad a quienes deponen las armas, una fórmula además necesaria para que se dé una exitosa entrada de estos grupos al Estado de Derecho y al respeto a la Ley.