VÍCTOR CORCOBA HERRERO* | El Nuevo Siglo
Lunes, 10 de Marzo de 2014

La felicidad

 

A cualquiera de nosotros le gusta llevarse bien con uno mismo, vivir mucho, pero mejor aún vivir bien y, todavía más, sentir el amor todos los amaneceres, aunque sólo sea para poder amar, y hallar en el bienestar del semejante su idéntico afecto. Personalmente, me interesa mucho más el índice de placidez de un pueblo que su producto interior bruto. Este último fruto lo único que hace es volvernos materialistas. De ahí, que aplauda la labor de Naciones Unidas, por reconocer la relevancia de la felicidad y el bienestar como aspiraciones universales de los seres humanos y la importancia de su inclusión en las políticas de gobierno. Pero también esta complacencia íntima depende de cada uno de nosotros. En la medida que nos donemos, sin esperar recompensa alguna, nos sentiremos más satisfechos. Obviamente, se precisa un nuevo modelo de vida, que apueste por una prosperidad más colectiva, no sólo basada en la cuestión económica, sino también en otros paradigmas medioambientales, sociales o propiamente humanos. A mi juicio, tenemos que dejar que actúe más el sueño del amor sin condiciones, para ser sensibles a tantos desórdenes sembrados desde la parcela inhumana del dominio.

Efectivamente, sólo desde el reencuentro de unos y de otros, bajo el propio obrar ético, es posible la concordia. Por desgracia, el mundo cada día es más infeliz, y por ende, tremendamente injusto. Hemos perdido por el camino tantos desvelos en la búsqueda de la verdad, que apenas nos queda valor para reorientarnos en este caos que hemos generado todos contra todos. Sería bueno que, coincidiendo con el Día Internacional de la Felicidad (20 de marzo), adquiriésemos nuevos compromisos de desarrollo más inclusivo y sostenible, reafirmando nuestra promesa de compartir con los que menos tienen.

Es hora de que la ciudadanía mundial despierte y aspire a reivindicar una vida feliz y plena, libre de temores y ataduras, sin necesidades y en armonía con el orbe. Indudablemente, el progreso y la calidad de vida de sus moradores revierten en la felicidad que se respira.  Por ello, hay que buscar la orientación global, aunque tengamos retrocesos y contradicciones, lo más importante es analizar el problema, ver que sí los niveles de salud pública, de estabilidad laboral o de calidad del medio ambiente, así como el goce pleno de los derechos humanos, no pasan del papel a la realidad, debemos intervenir de manera inmediata. Necesariamente, los valores de felicidad, armonía, justicia, dignidad, son de aplicación  directa, necesaria y perentoria, para todos los pueblos y para todas las personas.

corcoba@telefonica.net

*Escritor