PLANETARIO
Adiós a Evo
COMO se recordará, la hermosa película de Wolfgang Becker, “Adiós a Lenin”, ganadora del Festival de Cine de Berlín en el 2003, cuenta la historia de una mujer ultracomunista que cae en coma, poco antes de que se derrumbe el muro, bajo el impacto que le causa ver a su hijo protestando en las calles contra el sistema.
Al recobrar la conciencia, ocho meses más tarde, el muchacho trata de evitarle una recaída fatal convirtiéndole la habitación en una especie de reducto del socialismo real: objetos, símbolos, noticieros falsos y pantomimas para que la madre piense que el marxismo sigue siendo la salvación de los seres humanos.
A Evo Morales le ha sucedido algo parecido. Arrastrado por su mesianismo, se negó sistemáticamente a reconocer la realidad y, en ese paroxismo primordialista en el que siempre ha vivido, se atrevió a pensar que la población le reelegiría automáticamente para cristalizar su sueño de completar por lo menos 20 años en el sillón presidencial.
Dicho de otro modo, Evo entró en coma, pensó que nada había cambiado ni en su país ni en el entorno, y que la revolución bolivariana seguía siendo el punto culminante de la historia latinoamericana, la guía salvadora de los pueblos de nuestra América contra el imperialismo y la democracia liberal.
Heredero de esa larga tradición populista latinoamericana que ensalza la deformación plebiscitaria de la democracia, Evo tardó tres días en reconocer que había perdido la consulta cuando era evidente, desde los primeros sondeos a boca de urna, que su régimen estaba liquidado.
En tal sentido, las explicaciones más simples de semejante derrota se enfocan en los aspectos puramente mecánicos y transitorios: que la extravagante corrupción en su partido, que sus aventuras amorosas con una intermediaria de los intereses chinos en Bolivia, que la caída en los precios del gas natural.
Lo cierto es que Bolivia es apenas un eslabón más de la crisis del totalitarismo en Latinoamérica y el Caribe.
La negociación de los Castro con el imperio, el despotismo de Maduro en Venezuela, la caída de la dinastía Kirchner en Argentina, son todas muestras de que el marxismo resulta insostenible en el hemisferio, que él debería renunciar ahora mismo a la presidencia, y que los ciudadanos están diciendo aquí lo mismo que media Europa dijo en el 89: “adiós a Lenin”.