Vicente Torrijos R. | El Nuevo Siglo
Martes, 17 de Febrero de 2015

Otra historia (I)

 

El pasado 10 de febrero, en La Habana, la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas entregó su colección final de catorce estudios que comprenden varios centenares de páginas.

Como las voces son múltiples y no hay ningún tipo de consenso ni versión oficial o conjunta, este servidor quiere poner a disposición de los lectores la disertación que hizo durante la plenaria de clausura ante la Mesa de negociación.

En la interpretación que hemos hecho, el conflicto está basado en los intereses de unas organizaciones subversivas que, en procura de fortalecer sus posiciones y la explotación ilegal de recursos escasos, se fundaron (con claros criterios de racionalidad organizacional) aprovechando las expresiones de gamonalismo, patrimonialismo y voracidad de algunas elites nacionales y regionales, así como los microvacíos estatales de poder en un país que por su estructura geocultural supone por lo menos cinco realidades regionales diversas.

En todo caso, unas organizaciones ilegales que han pretendido, con todo ello, conducir la democracia hacia un esquema institucional propio del autoritarismo marxista reinterpretado, lo que, en su conjunto, constituye un verdadero modelo de conflicto centrífugo-centrípeta, esto es, que va desde lo local hacia las regiones para realimentar de nuevo los escenarios microlocales pasando antes por los complacientes regímenes revolucionarios del vecindario, y así sucesivamente.

Esto se traduce en que los mencionados microvacíos estatales se hacen aún más visibles en la medida en que se trata de unas guerrillas suficientemente poderosas tanto en el uso de la fuerza como en el manejo de sus ingresos, lúcidas en la narrativa y en la renovación del discurso ideológico, y dotadas de una inteligencia estratégica remarcable, que han sabido convertir las diferentes experiencias de negociación en acumulación de conocimiento y multiplicación de exigencias orientadas a cogobernar al país.

En consecuencia, tales agrupaciones subversivas han conseguido llevar al Estado a una especie de ‘síndrome de inmunodeficiencia estratégica’, esto es, su aceptación como interlocutor político válido en capacidad de cogobernar al país sin renunciar a la violencia para la penetración de los centros de toma de decisiones, la eventual convocatoria de una Asamblea Constituyente y la propagación progresiva, entre la población y algunas elites, de una cosmovisión basada en la lucha de clases como motor de la historia.

Continuará.