PLANETARIO
Sesgo confirmatorio
MUCHA gente soporta con cierta complicidad implícita los agravios y desmanes que cotidianamente siguen cometiendo las Farc, amparándose en el pretexto (o la ilusión) de que una cosa es negociar en medio del conflicto, como se ha hecho hasta ahora, y que otra muy distinta será la que se viva desde el mismo día en que se firme el glorioso Acuerdo Final.
En ese sentido, la evidencia empírica que reciben a diario (extorsión, persecución e intimidación) surte una especie de efecto paradójico puesto que en vez de percibirse como una muestra de la verdadera naturaleza de las Farc-Eln, y de lo que será el llamado posconflicto, solo sirve para arropar a los transgresores con el manto de la indulgencia, la exculpación y la alabanza por seguir sentados en la mesa a pesar de "tantas dificultades" y "tanto escepticismo".
Para decirlo de otro modo, el ilusionado que así se comporta ignora (deliberadamente) las violaciones que caracterizan el cese del fuego y hostilidades proclamado por las propias Farc, la convergencia territorial de fuerzas, esfuerzos y recursos con el Eln y, como si fuera poco, la tolerancia del Gobierno ante semejante espectáculo, alegando que 50 años de conflicto no se superan en tres y que los únicos culpables de tantas aberraciones no son otros que "los enemigos de la paz".
Eso significa que, haciendo gala del más refinado sesgo confirmatorio, los ilusionados pueden estar presenciando secuestros, o el letal trabajo de los francotiradores, o las más desaforadas pretensiones de impunidad o manipulación de la Constitución, pero siguen sosteniendo, con mayor vehemencia aún, que se debe ampliar el compás de espera, que los insurgentes son socios confiables y que cada crimen que cometen solo pone de presente "la urgente necesidad de paz que tiene el país".
De hecho, la correlación ilusoria que establecen entre los paros armados o la movilización forzosa y un posconflicto cálido y armonioso no solo resulta alucinante, sino enfermiza.
Bastaría con que ellos, en un ejercicio de mínima responsabilidad intelectual y social se dieran a la lectura y consideración de un reporte como el que acaba de producir la Misión de Apoyo de la OEA.
Tal vez, de ese modo, la distorsión de la realidad se corregiría, la valoración que hacen del llamado posconflicto mejorase y la percepción de la amenaza que padece y seguirá padeciendo el país, quedase, desde ahora, suficientemente esclarecida.