Vicente Torrijas | El Nuevo Siglo
Martes, 26 de Enero de 2016

PLANETARIO

Mein Kampf

“Hitler consiguió volverlo  referente del régimen”

 

 

Ahora que expiraron los derechos de autor del libro de Hitler, en manos del Estado de Baviera por décadas, surge el impulso de releerlo y escudriñar en sus páginas la esencia del mal.

 

Escrito entre 1923 y 1924, durante su reclusión en Landsberg por haber promovido un fallido golpe de Estado, el texto de 800 páginas es una colección de delirios, una apología de la persecución y el etnocidio.

 

De hecho, el discurso autoritario que moja cada página es una invitación al odio, al extremismo y la radicalización.  Como culto a la fuerza, la interpretación de la historia que allí se aprecia no es más que la justificación del expansionismo y el sometimiento.

 

Enriquecido, gracias a los millones de ejemplares vendidos a lo largo de su ejercicio del poder, Hitler consiguió que Mein Kampf se convirtiera en el referente del régimen, en la palabra sagrada orientada a refrendar, por sí misma, las atrocidades y oprobios de la maquinaria nazi.

 

La imagen del enemigo no solo sirvió de base para exaltar la violencia como metodología política de cohesión, sino que fue útil para edificar una identidad sustentada en la degradación del otro, en la imposición y la opresión sistemática.

¿De qué otro modo, sino valiéndose de un texto sagrado, irrefutable y masificado, podía consolidarse el totalitarismo, es decir, el proyecto de control absoluto del individuo y de la vida social?

 

Hay estudiosos que han llegado a la conclusión de que el libro es un soberbio ejercicio de fabulación fantástica, un coro de mentiras y una invitación al heroísmo perverso que todo lo valida y todo lo destruye de acuerdo con la conveniencia exclusiva de un partido, de un régimen y de un orden con pretensiones universales.

 

De hecho, el imperio, su reconstrucción y su perfeccionamiento, solo podía materializarse si una cartilla lo había delineado previamente; si letra por letra el ciudadano se veía comprometido e involucrado en la aventura de doblegar al planeta y ponerlo a los pies de un pueblo elegido.

 

En definitiva, Hitler no escatimó una sola palabra para dar a conocer, quince años antes de ponerlo en práctica, todo su aparato de represión y preponderancia.  Y como suele suceder en estos casos, muy pocos lo tomaron en serio. 

 

En cualquier caso, valga recordar que Hitler no llegó al poder violando la ley.  Todo lo contrario, lo hizo apegándose a la persuasión, la legalidad y, por supuesto, la negociación.  Bien vale la pena recordarlo.