Hace años que la situación económica de Venezuela se deteriora en forma acelerada. Las colas para adquirir los pocos alimentos que hay, las muertes por falta de medicamentos y las salidas de miles de ciudadanos, comprueban lo anterior. El producto interno bruto por habitante (PIB), es decir, el valor de los bienes y servicios producidos por cada habitante ha disminuido 40% entre 2013 y 2016 lo que es una monstruosidad, lo mismo que la inflación que se calcula este año en un 500%. La corrupción ha hecho disminuir la producción del petróleo en 17% en comparación con el 2013 y si se le suma la baja en el precio del crudo, el resultado es que las exportaciones venezolanas son muy inferiores al costo de las importaciones, las que trata de pagar endeudándose, dando como resultado que Venezuela es hoy el país con mayor endeudamiento externo del mundo y, lógicamente, con un descomunal servicio de su deuda, lo que tiene al país, al borde de una suspensión de pagos.
Cubrir huecos financieros con uno cada vez mayor no es solución perdurable. Algunos países como Rusia, Irán y China les han hecho préstamos y China le ha pagado petróleo para entrega futura, pero ya han dado señales de que no arriesgarán más. En los mercados internacionales Venezuela no puede captar más recursos y los títulos en circulación, cuando encuentran compradores, se colocan a grandes descuentos. En maniobra altamente especulativa, el banco Goldman Sachs compró bonos de Pdvsa al 30% de su valor nominal, US$865 MM por US$2.800 MM. Pero, aun estos financiamientos a exorbitante costo y suponiendo que alguien quisiera correr el riesgo, se le cierran hoy al régimen de Maduro con las nuevas sanciones de Washington.
Ninguna entidad estadounidense puede participar en un financiamiento para el Estado venezolano o para Pdvsa. Estados Unidos puede seguir comprando petróleo a Venezuela y una empresa venezolana, Citgo, tiene tres grandes refinerías en los Estados Unidos, pero sobre ella pende la espada de Damocles de una incautación de los activos venezolanos por Washington como ya ocurrió a varias personas, Maduro entre ellas.
Ante la dictadura venezolana, confrontada próximamente con sustanciales pagos de deuda, se abre un difícil dilema: o para poder pagar la deuda externa reduce aún más las importaciones, que se contrajeron, según el mismo Maduro, en un 50% en 2016 respecto al año anterior, o permite importar algo más de alimentos y medicamentos para una población que se muere de hambre y enfermedades y suspende pagos a los acreedores que tratarán de embargar sus despachos de crudo. Maduro y sus aliados, cada vez más escasos, (Evo Morales, Daniel Ortega) inculparán vanamente a los imperialistas de unos problemas causados por la ineptitud y la corrupción.