EL país va mal y la economía peor. Si nos comparamos con el vecindario saldremos bien o mal librados. Las comparaciones son odiosas.
Colombia no va bien y su economía tampoco.
No es sano justificar el mal momento del país con los avatares que experimentan otras naciones de la región, Europa y Estados Unidos.
El mundo se mueve a marchas forzadas, pero ello no significa que debamos escudarnos en los problemas internacionales para hacer muy poco en casa.
Crecer este año 2% es muy pobre y complica el plan de prosperidad económica del Gobierno colombiano.
Es el peor de los caminos para tramitar en el Congreso la actual reforma tributaria estructural.
No podía ser peor el escenario para su debate en comisiones económicas.
El declive de la economía, de la agricultura, de la ganadería, de la minería, de los hidrocarburos, de las exportaciones, del empleo y de la inversión, es el freno de mano para la controvertida reforma impositiva.
En mal momento político llegó al Congreso la reforma fiscal.
Legisladores están este primero de diciembre con los ojos puestos en el re-acuerdo de paz con las Farc, y la mente en la reforma tributaria.
La clase política tiene este jueves el corazón en la angustia de las gentes que temen por el alcance recaudador de la reforma tributaria.
En su momento, este proyecto debió ser socializado con los sectores más involucrados en el pago de gravámenes.
Las regiones saben poco de la iniciativa. Los gremios están en alerta, los empresarios con incertidumbre y los consumidores a la expectativa.
El quid del asunto es que la economía no anda bien y no gusta aumentar impuestos.
El cierre del año pinta malo.
No conviene a nadie cambiar frecuentemente las reglas de juego.
Se espanta la inversión extranjera y los capitales buscan otros nidos.
Las empresas aplazan planes de inversión. Necesitan saber qué será aprobado en el Congreso.
Se resiente el empleo. Las factorías prefieren esperar el trámite de la reforma tributaria.
Innovación, modernización, ensanches y creación de empresas, se postergan a la espera del nuevo paquete fiscal.
También hay un efecto sicológico y de cautela en los consumidores. Los compradores se resguardan y optan por prevenir, no quieren asumir gastos sin saber el rumbo de la reforma tributaria.
Los contribuyentes andan nerviosos pues saben que la mayoría pagarán mayores tarifas en 2017, y se preguntan ¿De dónde?
Los trabajadores e independientes sienten estrés por el flaco desempeño de la economía este año y por el incremento de impuestos en 2017.
La micro, pequeña y mediana industria hace ajustes financieros que implican ahorros y congelación de nómina.
Unos y otros, en función de un nuevo estatuto tributario que amenaza con subir tarifas y encarecer productos de la canasta familiar.
Y mientras tanto, va lento el tren del crecimiento y acelera la desconfianza.