Durante los días posteriores al plebiscito se han celebrado reuniones entre el Gobierno y los voceros que dicen representar e interpretar el voto negativo a la refrendación de los acuerdos de La Habana. En estas reuniones debe quedar claro que su propósito no es lograr un acuerdo entre el Gobierno y los voceros del No, ya que el acuerdo que se debe lograr no es con los voceros del No, sino con los voceros de la guerrilla de las FARC. Claro está que el Gobierno ha recibido un mandato popular de revisar y ajustar el acuerdo ya logrado y para ello debe interpretar adecuadamente el clamor del público, tanto de una como de otra posición, pero insisto que este nuevo acuerdo debe darse es entre el Gobierno y las Farc.
El tiempo en esto será esencial para que no se pierda el ritmo y ambiente logrado, no solamente en el ámbito interno sino también externo. La ampliación del cese al fuego bilateral ha generado algún espacio a la revisión, pero el tiempo seguirá siendo el peor enemigo de lo logrado. Para estos efectos se deben fijar fechas límites. Fechas límites para recibir las propuestas de los voceros del No, fechas límites para renegociar lo que resulte pertinente y fechas límites para plantear alternativas y caminos a seguir.
Por otra parte, también se debe tener en cuenta que muchos votos del No son de insatisfacción de distintos sectores, como es el caso de los pensionados, los taxistas o los insatisfechos por la anunciada reforma tributaria fruto de los anuncios hechos por el Ministro de Hacienda sobre su incremento, tal es el caso de tenderos, peluqueros o personas de bajos recursos que no entienden como le van a poner impuestos a los productos básicos de la canasta familiar y que nuevamente se deberán meter la mano al bolsillo para pagar nuevos tributos o incremento de los actuales. Con este tipo de situaciones y otras similares ha crecido el número de insatisfechos que se pronunciarán en contra de lo que les proponga el Gobierno.
Lo importante ahora es por tanto hacer los ajustes necesarios que surjan de la negociación, como ya he recalcado con prontitud, y respondiendo al momento histórico que vive nuestro país. El nuevo Nobel de La Paz debe ejercer su oportuna y necesaria autoridad para mantener lo construido y afianzar la confianza creada. Para concluir como se dice en el lenguaje popular, señor Presidente manos a la obra y a terminar la tarea de la paz con las mejoras y aportes que sean los adecuados en este cometido teniendo en cuenta que todos en el país queremos la paz.