La semana pasada, en estas mismas líneas, hablábamos sobre la brisilla liberal que ya empezaba a sentirse en distintas geografías de nuestro hemisferio. Esa brisilla llegó para refrescar un continente que en su mayoría se había visto sometido a los peligros destructivos del socialismo enclosetado y que pedía (algunos aún lo hacemos) a gritos oxígeno de libertad.
Pues bien, en los últimos días esa brisa liberal se convirtió en un ventarrón y entre acento argentino y peinado desprolijo, llegó a sacudir la Asamblea General de la ONU. Sí. El ventarrón, se llama Javier Gerardo Milei. Un economista, profesor, que se dice no político, y quien es el presidente de la Nación de Argentina desde 2023.
Milei llegó y no titubeó en incomodar. En un discurso de diez minutos, carente de cualquier tipo de eufemismos, confrontó hasta la médula a una institución de poderes anquilosados que, a sus casi 80 años, desconoce gran parte de los ideales para los que fue creada, mientras cede ante la tentación de convertirse en herramienta de imposición de una agenda ideológica que ha golpeado el legado de la ilustración, arremetiendo en contra de las ideas que han fundamentado nuestra civilización.
Sin darse espacio para nada más que un discreto saludo, en su primer discurso frente a la Asamblea, Milei hizo sentir pasos de animal grande. Advirtió que estaba allí para alertar al mundo entero sobre lo que nos ha de ocurrir si la Organización de las Naciones Unidas continúa actuando como promotor de las políticas colectivistas derivadas de la Agenda 2030 que, aunque cargada de buenas intenciones retóricas, en la práctica no son sino políticas de tendencia socialista que corroen las bases de nuestra civilización ya insinuadas en el párrafo anterior: vida, libertad y propiedad privada.
“Una organización que había sido pensada como un escudo para proteger el reino de los hombres, se transformó en un Leviatán de múltiples tentáculos que pretende decidir no solo qué debe hacer cada Estado-nación, sino también cómo deben vivir todos los ciudadanos del mundo. Así es como pasamos de una organización que perseguía la paz a una organización que le impone una agenda ideológica a sus miembros sobre un sinfín de temas, que hacen a la vida del hombre en sociedad”. Así siguió el presidente gaucho confrontando a la Organización y su mutación a un cuerpo de tendencia alienante. Un cuerpo que desconoce el poder y la vitalidad del individuo como eje central -principio y fin de la sociedad- y de la soberanía como germen de la autodeterminación; para entregarle la fuerza a un ente gaseoso que pretende destruir las capacidades propias, la individualidad y la autonomía, generando una esclavitud perpetua del rayo colectivista woke, con sus discursos de identidad, anti-mercado y deudas ancestrales.
Sin un ápice de vergüenza por ponderar la razón ante la narrativa ponzoñosa con la que la agenda progresista ha acaparado la gestión de la ONU, Milei nos dio voz a todos los que consideramos absurda la supervivencia de un cuerpo burocrático, que ha mostrado su inoperancia de todas las maneras posibles. También hizo que fuésemos escuchados los que creemos, que nada de sentido tiene seguir financiando ese aparato oficinesco que de flaco favor nos sirve cuando nos cuesta cifras estrepitosas a millones de contribuyentes, pero en cambio, poco o nada de contrapeso hace a los excesos de pichones de autócratas mundiales que, por compartir su sesgo ideológico hoy posan libremente de demócratas.
Ninguna falacia habita en la ácida descripción del presidente argentino -que además fue demostrada en la práctica recientemente en nuestro país vecino gracias a la valentía de una mujer llamada María Corina- al recordarnos que una organización pensada para la paz y la salvaguarda de los Derechos Humanos, hoy es solo un escenario de imposición de agendas ideológicas de izquierda a sus miembros y legitimador de un sinnúmero de violaciones de libertades por acción u omisión. Ninguna falacia habita tampoco en el hecho de que es hora de dar el debate para cuestionar la arquitectura geopolítica de las Naciones Unidas en pro de la defensa de la libertad.
Chapeau Javier Milei. Y ¡Viva la Libertad, carajo!