Un mundo en transición y Colombia | El Nuevo Siglo
Lunes, 31 de Octubre de 2022

Cuando la crisis financiera de 2009, Zygmunt Bauman recordaba la anécdota de Henry Ford quien, en medio de un pico en la producción de la floreciente industria automotriz, decidió doblar el salario a sus empleados con el argumento de que así podrían comprar sus coches que se fabricaban en serie; lo cual parecía el complemento perfecto no solo del sueño americano sino del capitalismo. Pero, en realidad no era más que una estrategia para mantener su fortaleza empresarial, evitando que los empleados calificados fueran reclutados por la competencia dispuesta a ofrecerles mejores salarios para pelearle una tajada del mercado. El modelo fordista de producción y consumo estructuraba las fábricas y las economías. La industria automotriz y del petróleo impulsaban el progreso y el desarrollo del mundo entonces.

Cien años después, ante la evidencia del calentamiento global, las Naciones Unidas, tras un largo camino considerando estudios científicos y de negociaciones, acuerdan la neutralidad climática para 2050; cuya consecuencia es el cambio en las economías e industrias del progreso basado en el carbono. Así, el mundo que conocemos se ve abocado a su primera transición a escala global, ya no originada en el boom de una nueva industria o tecnología sino para mitigar y adaptarse a los efectos del cambio climático generado por el auge de la industria de los combustibles fósiles. La cual, paradójicamente, produjo gran crecimiento económico y desarrollo tecnológico, pero incrementó los GEI hasta amenazar con la extinción de la vida en el planeta Tierra. Es la tragedia moderna del homo economicus.  

Además, el negacionismo ha jugado el papel político de obstruir la aceleración de la descarbonización de las economías. Pues, la neutralidad climática comprende el plazo límite para que los países reduzcan las emisiones de GEI. Sin embargo, la COP26 de Glasgow en noviembre de 2021, decepcionó al no lograr anticipar el plazo y dejando el mensaje de que la transición energética se haría al ritmo de los países que no obstante la gravedad del problema, aún reclaman un gran espacio de crecimiento económico basado en los combustibles fósiles -como India y países emergentes- o al de los países industrializados como China y EEUU que no terminan por comprometerse en serio con una transición cierta y global.

Pero, tres meses después de Glasgow, la guerra de Rusia en Ucrania cambió el panorama con su impacto en la economía y la geopolítica. Y la aceleración de la transición energética volvió a la mesa de negociaciones en 2022. La semana pasada la UE finalmente adoptó la prohibición a la venta de vehículos nuevos con motor de combustión a partir de 2035. Así, son altas las expectativas sobre la COP27 que inicia la próxima semana en Egipto. No obstante, para países como Colombia la discusión estratégica más que la meta de reducción de emisiones es la necesidad urgente de adoptar una ruta de transición y su financiación. Pero, como se ha visto con el debate en torno a la reforma tributaria y a las nuevas políticas del sector minero energético, persiste la dificultad para construir acuerdos y buscar ubicarnos mejor en medio de los cambios globales. De seguir demorando la transición, ocuparemos la cola del tren humeante del mundo que irá quedando atrás después de 2035.

@Fer_GuzmanR