En esta columna hemos vaciado mucha tinta criticando a Donald Trump, políticamente incorrecto, irreverente, famoso por sus “metidas de guayo”. Pero el cambio de circunstancias en el mundo, los discursos de la fórmula Biden-Harris, por un lado, y por el otro los del vice Pence y el de Melania Trump -que hizo sollozar a su imperturbable esposo, rescatando una parte humana que por ratos parecía perdida- y finalmente el del mismo Donald, me han hecho cambiar de opinión. Bien lo dijo el presidente: “éstas serán las elecciones más importantes de la historia de USA”. Y tiene más razón que copete, porque no me imagino a un timorato Biden lidiando tigres autoritarios y sempiternos como Xi Ping, Putin, Hasán Rohaní, Kim Jong-un y al zoquete de Maduro, juntos. Se lo tragan vivo y con él, al resto del mundo democrático. Si no reeligen a Trump, nos lleva el “Putin”, así de claro.
Porque el mundo se polariza de manera alarmante y es cuando se requiere la presencia de líderes firmes -que marquen territorio- y no se dejen llevar por medias tintas. A Biden lo comparo con James Carter quien, al percatarse de que a la URSS le dio por invadir Afganistán, respondió “firme como la gelatina” con un arma contundente: “no voy a los Juegos Olímpicos de Moscú-80”. Vaya. Y Brézhnev ya había metido sus bigotes en Checoslovaquia, en Polonia y quería apoderarse de medio mundo, de no haber sido por el advenimiento de Ronald Reagan al poder en USA quien, con Juan Pablo II, hicieron el milagro de tumbar la Cortina de Hierro, cuando ya Brézhnev buscaba su querencia natural. Y ahora Putin quiere reeditar la antigua URSS y Xi Ping quiere engullirse Hong Kong y recuperar Taiwán, y no es cuento chino.
Trump es nuestro aliado y sería el único que podría defendernos del sátrapa Maduro, quien sigue recibiendo material incendiario de Moscú y Teherán, apuntando a Colombia y pretende infiltrarse política y financieramente para pintar nuestro futuro panorama electoral y abonar así el terreno para el triunfo de sus amigos Petro, Cepeda y Teodora, contando con el soporte de sus nuevos “paramilitares”: las “originales disidencias” de las Farc -con Márquez, Santrich y El Paisa en punta de lanza- y el comando central del Eln, guerrilleradas todas activas que tienen a Venezuela por santuario.
Frente a los grandes retos de hoy, enormes, globales, no creo que la fórmula Joe Biden-Kamala Harris sea la tabla salvadora. Valoramos su espíritu y en la senadora californiana confluyen las virtudes de la inclusión social, racial y el hecho de ser hija, orgullosamente superada, de inmigrantes -madre india, padre jamaiquino- y con muchas ganas de ayudar a los más necesitados. Pero el tema crucial, ahora, no es de inclusión. Es de salvación y Trump -no obstante su poca estratégica demora en obturar el mecanismo del encierro- ha demostrado ser el líder capaz de arrastrar la economía de una nación en crisis y al mismo tiempo mantener a raya a los enemigos de la democracia, horda de lobos al acecho.
Post-it. La salvación de Avianca equivale al despegue del optimismo.