Bien parece que es un “must” para quienes nos hemos impuesto la tarea de ser columnistas, hablar de los acontecimientos que han sucedido en los Estados Unidos. Si no hubiera sido por lo que aquí llamamos “mala crianza” del señor Trump tal vez no hubieran levantado tanta ampolla el proceso pre-electoral; pero la circunstancia que su contendora fuera la señora Clinton, con tantas campanillas a sus espaldas como estar casada con un político bastante controvertido que tuvo la suerte o la fortuna de dirigir a la gran potencia del mundo por ocho años y haber estado a su lado durante todo ese tiempo oyendo todo el tejemaneje interno del manejo de un país que suele ser calificado como la primera y más importante potencia mundial, desde luego que le dio mucho realce y digamos interés al proceso a más de su condición de haber sido Secretaria de Estado. Ninguno de los dos contrincantes resultaron peritas en dulce, no solamente por su manera de ser, sino también por sus antecedentes.
Lo cierto es que si nos hubiéramos guiado por las analistas y particularmente por los encuestadores, hubiéramos tenido una gran desilusión por los resultados de la última encuesta, totalmente contraria a las de los encuestadores, que fue la del pasado 8 de Noviembre, esta sí inapelable y que no fue motivo de discusión sino de análisis y reflexión. ¿Qué pasó, se preguntarán todos aquellos que daban como triunfante a la primera mujer que se sometía al escrutinio de sus conciudadanos? Pocas personas daban algo por una persona que se había comportado como Trump en forma grosera y ordinaria, que no pudo demostrar que era cumplido con el pago de sus impuestos y que más bien se ingenió la manera de sacarles el cuerpo, que no les pagó a sus contratistas y subalternos lo que se había comprometido, que no fue precisamente un modelo de caballero con las representantes del género femenino, pero que en buena medida gracias a su manera ser y de actuar había amasado una gran fortuna que no deja de ser el “desiderátum” de muchos norteamericanos.
Lo más probable es que él con su actuación, que le había facilitado todos los bienes materiales a los que se puede aspirar, le faltó la consagración de sus conciudadanos que en cierta manera votaron por él pues encarnó la culminación y aspiración del ciudadano común, que fue lo que le dio la oportunidad de culminar la cadena de triunfos que ha sido su vida. Y llegó, batiéndose sin consideraciones a cómo lo hacía. Eso se lo reconocieron en las urnas. Sea como sea e interprétese como se quiera su triunfo, es válida la reflexión de algún político no recuerdo si criollo o de otras coordenadas, que dijo que cada país tiene el gobierno que se merece y que escoge. Es lo que da la tierra, como diría un compatriota nuestro de Boyacá.
Pero lo cierto es que una cosa es ser candidato y otra ser presidente. Así lo ha dicho nuestro hombre en las primeras declaraciones. El segundo bien puede contradecir al primero sin que suceda cosa alguna y eso es lo que está sucediendo.