Si se quiere hablar de uno de los pensadores, del siglo XX, que han dejado huella en el mundo tenemos al padre del consumismo: Skinner, con su fórmula para manipular a las personas incautas: a la juventud y a muchos mayores. Hoy, difícilmente encontramos a alguien que no haya sido víctima de las ciencias conductuales: la física y la biología, vistas a su manera (basta con ver el consumo innecesario, gracias a la publicidad).
Siendo que el deber ser es responder a intenciones, propósitos, objetivos, metas, propias y libres. Este psicólogo (en su libro: Mas allá de la Libertad y la Dignidad) sostiene que la persona humana es un instrumentos de los hechos que ocurren en su contorno: respondemos inconscientemente, a fenómenos que nos llevan a actuar sin libertad, por tradiciones sin sentido, como a la religión, la verdad, los valores.
Propone una tecnología de la conducta: según la cual el contorno, los fenómenos externos a la persona, programados científicamente, liberan al hombre de las costumbres históricas. Este famoso profesor de Harvard, hoy, es referente, obligatorio en facultades de Psicología de medio mundo. No obstante que, de alguna manera, es un fraude comparable a Freud y Margaret Mead. Es un vendedor, genial, de empanadas rellenas de algodón. Basta con ver que sus investigaciones dejan por fuera la antropología filosófica, que tiene su origen en Grecia -con Sócrates, Platón y Aristóteles, y los grandes pensadores de occidente, hasta hoy- olvidando la eterna verdad de la persona humana integral.
Da la impresión que este “maestro” juega a que “todo texto fuera de contexto es un pretexto” para despistar calentanos. No le importa que una verdad a medias sea la peor mentira. Claro que Skinner, propone algunas ideas atractivas, novedosas y válidas, tapando el sol con las manos: la verdad. Para este los Diez Mandamientos ni siquiera son diez sugerencias. Desconoce que la libertad, soportada en la verdad del hombre, es uno de los pilares fundamentales de la dignidad humana. Desconoce que el amor, ese vivir para ti, la solidaridad, la lógica del sentido social, es el único camino a la felicidad plena del hombre. Desconoce que la verdad no es un medio, sino, que es el fin triunfante, eterno.
Skinner no busca la verdad propia, exclusiva, de hombre: el “conócete a ti mismo” como indispensable en la búsqueda de la verdad personal; tampoco el ascetismo de los deseos: abrirse paso entre las tendencias biológicas y dominarlas; o el control de la actividad: la capacidad de crear el orden mínimo necesario para desarrollar eficazmente una actividad; el silencio interior y la prudencia: la conquista del espacio interior de cada persona.
Todo esto tiene relevancia en Colombia, no sabemos para donde vamos ni de dónde venimos: entre otras cosas, somos víctimas de Skinner en la política. Nuestro desastre viene de habernos olvidado que el amor (solidario, sin reservas) no le hace mal al prójimo, que la plenitud de la ley es el amor. Que tenemos que encontrar caminos de reconciliación, de respeto a la vida, de justicia, ve verdad, de solidaridad, con la valentía requerida. Construyendo caminos de transformación, de vida nueva.