Segundo grado (2) | El Nuevo Siglo
Domingo, 8 de Noviembre de 2020

Tenemos una invitación a la trascendencia.  Sin embargo, para que ella ocurra precisamos hacer la tarea.  Pero, siempre es más fácil estar en lo cómodo que movernos hacia lo desconocido.

Quedarnos en el juicio y la condena es fácil, así nos cueste dolor e incluso sufrimiento. Verdaderamente es una zona de confort, que impide nuestro desarrollo. Es como cuando queremos bajar de peso, para lo cual precisamos dejar las harinas, pero nos encantan el pan de trigo, los bizcochos y las tortas.  Claro que es difícil, ¡y posible! Sabemos que debemos cambiar la dieta. Uno de los obstáculos para ampliar la consciencia es no saber que la podemos expandir: esto rara vez lo enseñan en las escuelas; aún menos en las universidades.  Entonces, podemos seguir por la vida y morir sin siquiera reconocer que es posible elevar nuestra consciencia, la cual no se desarrolla por sí sola, sino con el esfuerzo sostenido por hacerlo. Sin él seguiremos en alguno de los niveles de primer grado, que se niegan unos a otros.

Saltar al segundo grado es definitivamente liberador. Al igual que en un piso treinta, desde donde se ve un panorama mucho más amplio que a ras de suelo, en el segundo grado alcanzamos una visión más amplia. Podemos observar, verbigracia, que por más avanzados que nos creamos tenemos algo o mucho de cada uno de los niveles uno al seis. El nivel siete de consciencia es integrador: nos permite reconocer nuestro recorrido vital e identificar cómo han operado y operan en nosotros la supervivencia, el tribalismo, la rivalidad, la regla, el pensamiento lógico y el ecológico. Le invito a hacer esa reflexión. Por ejemplo, en condiciones extremas -por más “civilizados” que seamos- podemos volvernos antropófagos, como los jugadores uruguayos que se estrellaron en los Andes argentinos en 1972. 

Activar el nivel arcaico-instintivo es desocupar los supermercados para aprovisionarse durante una emergencia. El tribalismo está presente en un choque deportivo, cuando somos hinchas de algún equipo y emerge la pasión, algo bastante diferente del amor; la rivalidad impera cuando seguimos atados a la competencia voraz.  Cuando en la angustia clamamos a los dioses o a la buena fortuna, estamos en la regla que invalida nuestra autodeterminación.  Si seguimos siendo consumistas a ultranza, le apostamos al logro lógico y caemos en la trampa de creer que la felicidad es nuestro destino. Cuando suponemos que los animales son mejores que los seres humanos estamos en pensamiento ecológico, imaginando que vivimos por encima del resto de la humanidad perdida, a la vez que despreciamos nuestra propia condición humana.

En el nivel siete reconocemos toda nuestra historia, integramos sin juicio.  Reconocemos que cada nivel de consciencia incluye y trasciende al anterior…