CAÓTICA SITUACIÓN
Dictadura abierta
El resultado de la votación de la OEA, no solo expresa una derrota diplomática para Colombia y deja en evidencia vacíos estratégicos de la orientación que lleva el Palacio de San Carlos, sino también pone de manifiesto algo más grave y de máximo peligro: un indeseado enfrentamiento fratricida. Provocado por una orden desesperada de un tirano acorralado, una imprevista falla de mando, o fruto del nerviosismo propio de la crisis, el error involuntario de los hombres que custodian la frontera.
El escalamiento del desencuentro entre “amigos” aumenta. El pasado 20 de agosto, la canciller Holguín señaló que el cierre de fronteras era “una medida soberana de Venezuela” que pretendía impedir el tránsito de “delincuentes colombianos” (coincidiendo con la posición de Maduro, Piedad Córdoba y Samper). Esos presuntos delincuentes ya suman más de 10 mil humildes compatriotas desplazados, lo que constituye una grave crisis humanitaria, provocada por una política de confrontación abierta de la dictadura venezolana que la OEA decidió desconocer.
El discurso errático de la Cancillería ha ido cambiando desde aquellas primeras declaraciones ante la magnitud de la tragedia, pero no lo suficiente ni de manera contundente como para frenar la ofensiva que avanza desde Caracas. Los movimientos efectuados de manera directa por Nicolás Maduro, junto con los integrantes de Alba y Unasur, no solo echaron por tierra la necesidad inmediata de discutir en un foro regional la gravedad de una situación que crece. También dejaron abierta la posibilidad de que en cualquier momento se produzca una situación límite e irreversible, ya no como fruto de una confusión o el nerviosismo de un soldado anónimo, sino por una decisión directa de un mando belicoso o de una política de máximo nivel.
Parece un cuadro delirante, pero no lo es. A la reconocida y caótica situación interna de Venezuela deben sumarse, en lo inmediato, los pagos de deuda externa que totalizarían más de 6 mil millones de dólares hasta fin de año, sacados de una hacienda exhausta con una inflación que se calcula por encima del 100% y un barril de petróleo que no llega a los 40 dólares, con el corolario de unas elecciones, tanto parlamentarias como regionales, en el próximo diciembre. Lo ocurrido en el Táchira es un experimento, duro para Colombia pero limitado como laboratorio para el Palacio de Miraflores. La ampliación del Estado de Excepción podría llevarse al resto del país y, de esa manera, suspender el proceso electoral y recorrer lo poco que falta para entrar en las sombras de una dictadura abierta.
@shoyos