RODRIGO POMBO CAJIAO* | El Nuevo Siglo
Jueves, 13 de Junio de 2013

De las formas y reformas

 

Nuevamente  empieza la travesía parlamentaria a propósito de la gran reforma a la salud propuesta por el Gobierno nacional. El Congreso vuelve a ser el epicentro de la política gracias a la iniciativa palaciega. Las ausencias del quórum son, ahora y de nuevo, notorias y el ministro del ramo recobra un inusual protagonismo.

Lo suyo sucedió con la otrora reforma a la justicia: retazo innecesario de papel y de palabras que salvo que ocurriera lo que ocurrió (un monumental mico acallado por una inconstitucional forma de hundirla) hubiese pasado sin pena ni gloria. Lo suyo sucedió igualmente con la ley orgánica de ordenamiento territorial, no sirvió para nada a pesar de la trascendencia del tema. La reforma a la educación nunca llegó porque unos cuantos pelagatos encapuchados o no, aglomerados en la avenida 7 de Bogotá arrodillaron a un Gobierno con el 92% del Congreso a su favor y que por aquel entonces contaba con más del 80% de popularidad.

Total, no tuvimos ni reforma a la justicia para un país con más del 90% de los casos en impunidad ni reforma de nuestro desorganizado territorio. No contamos tampoco con una reforma a la educación a pesar de nuestra precaria educación pública. Ahora esperamos tener una reforma a la salud cuando quiera que ella haya sido mejorada desde la Ley 100 de manera sustantiva.

Así las cosas el susto no puede ser más que uno: esperamos que el Gobierno nacional no saque cualquier reforma por el prurito de decir que se salió con la suya. No nos interesa y, por el contrario, consideramos que puede ser altamente perjudicial alcanzar una cualquiera reforma a la salud si con ella se pierde la libre competencia de los prestadores; se monopoliza el servicio en manos de entidades estatales; se reglamenta tanto la actividad que haga de su servicio una actividad deficitaria y poco llamativa para el sector privado. Nos preocupan altamente las intervenciones del Polo en cabeza del senador Avellaneda. Son preocupantes porque no hacen nada distinto que enarbolar las trasnochadas tesis estatistas, socialistas y, en veces, hasta comunistas.

En suma, el Gobierno se ha caracterizado por ser un gran legislador (salvo en los temas realmente importantes) y un mediocre ejecutor. Esperemos que no quiera ganarse créditos populistas con una reforma a la salud retrógrada, estatista, que le dé la espalda al capital privado y que exagere en demasía el control público.

*Presidente de la Corporación Pensamiento Siglo XXI