Más allá de La Habana
Bien lo decía Oscar Wilde cuando advertía que “la única manera de librarse de una tentación es caer en ella”. Y la tentación de la paz negociada husmea nuestra reciente historia democrática desde la muerte de Guillermo León Valencia.
No dudo que para alcanzar un menor grado de violencia sea trascendental celebrar un acuerdo de paz que incluya el desmonte del letrero “Farc” pero tengo la certeza de que éste no era el mejor momento ni la manera adecuada. Sin embargo, aquí estamos, en medio de las negociaciones y, por supuesto, de la violencia, donde los terroristas continúan secuestrando y accionando a través del terror y en donde las fuerzas del orden tratan de hacer algo por contenerlas. Pero las negociaciones se dan por fuera y por dentro de las mesas de diálogo, siendo, en ocasiones, mucho más importantes las conversaciones por fuera que las formalidades que se dan en la propia mesa.
Por ello mi conjetura es simple: sin unidad de mando de las Farc, como estoy convencido de que no la tienen; con un conflicto descentralizado, preponderantemente rural y con geo-estratificación por el negocio del narcotráfico y, lo más importante, en el transcurso de una negociación de paz, es natural que algunos altos mandos de las fuerzas del orden realicen aisladas y “soberanas” negociaciones con los criminales para alcanzar estabilidad en sus zonas.
Y advierto: no necesariamente lo hacen en beneficio propio o con mezquinos intereses sino que son los efectos que conllevan las negociaciones de paz. Cosa diferente sucede cuando ambos bandos están en pie de lucha donde las relaciones con el enemigo son excepcionales y, generalmente apuntan a subterfugios intereses.
Por la manera como se sucedió el secuestro del general Alzate, por las fotos en que aparece en grado de familiaridad con los terroristas, por sus nexos con la abogada, por la violación de todos los protocolos de seguridad existentes, entre otras razones, no me parecería extraño que estemos en presencia de negociaciones “paralelas” muy de moda cuando los grandes cabecillas de las Farc buscan su salvación a espaldas de la tropa, sin legitimidad de mando y sin efectivo control territorial, presupuestal y humano.
Obviamente esto es una conjetura que no llega a la escala de hipótesis siquiera, pero que se me ocurre más que por lo sucedido porque ese tipo de negociaciones paralelas resultan naturales en el marco de los diálogos de paz.
*Miembro de la Corporación Pensamiento Siglo XXI