Carta al ministro de Ambiente
Apreciado señor Ministro.
Acabo de terminar una de las experiencias más fantásticas de mi vida al culminar mi descenso del Parque Nacional Natural Tayuna en la Sierra Nevada de Santa Marta. Esa que conocemos occidentalmente como la Ciudad Perdida es la joya de una corona naturalmente inigualable como la colombiana.
El deber de preservarla camina allende las obligaciones jurídicas y legales pues se torna, en tiempos modernos, en un compromiso ético de elevadísima magnitud. Se trata de conservar una tradición ancestral y hermosa, brillante y luminosa, conservar un espacio sagrado por el mito y por lo que significa, reviste y representa. No solamente los Koguis y demás culturas aborígenes merecen ser irradiados con el reflector de un Estado que comparte el mismo principio rector de subsistencia sino toda persona que por el único hecho de existir merece poder tener la oportunidad de sentir y experimentar tan poderosísimas sensaciones.
No obstante y como en toda buena experiencia, no todo fue perfecto como estaba llamado a serlo. Tal y como lo señala el profesor Marco Palacios, nuestra patria debe entenderse a través del prisma del proceso de colonización; proceso que por demás no está finalizado y sigue marcando las dinámicas sociales.
Pues bien, la sagrada Sierra sigue sufriendo las inclemencias de los colonos: ayer por la siembra de la coca, hoy para hacer de las tierras baldías, indígenas y naturales paupérrimas propiedades privadas, incompetentes en su producción pero devastadoras de los parques primarios, vírgenes y por ende santos.
La capacidad de reacción de los indios es poca porque a pesar de que los gobiernos Pastrana y Uribe erradicaron la violencia e impusieron allí la soberanía popular, nuestros ancestros no cuentan con el decidido respaldo de un gobierno que imponga la restitución de tierras y la reforestación masiva de esta hermosísima serranía.
Acudo, en consecuencia, a su talante conservador, a su gestión de mando y dirección y a su condición de amigo y ministro para que de manera pronta emprendamos una decidida actuación en procura de la reforestación masiva, impostergable y ejemplar de una de las más preciosas y sagradas tierras, ya no digo de Colombia, sino del planeta entero.
*Presidente de la Corporación Pensamiento Siglo XXI